No sabía porque me parecía que algo no andaba bien. Me sentía extraña, no extraña como me hacían sentir cada día, sino extraña de verdad. Mi mente no estaba trabajando bien, y eso que yo pensaba que mis pensamientos no eran del todo cuerdos, pero ahora pensaba que definitivamente había enloquecido.
No tenía claro lo que había pasado—no es que tuviera algo claro, exactamente—recordaba todo, hasta que abrimos las tumbas de los muertos de verdad y el polvo y los gases nos hicieron retroceder tosiendo. De ahí, mi mente estaba en blanco. ¿Por qué no podía recordar? ¿Tan malo era lo que había pasado? Es más, ¿Qué podía haber tan malo para no recordarlo?
Mi sentimiento de rareza se hizo más grande al sentir todo el peso de una lapida encima de mí. Mi mente lo interpreto de inmediato de una forma que no conocía. El peso de la muerte.
Me aterré aun más. ¡Muerta! Mierda, yo no podía estar muerta… bueno, aun no me sentía muerta, sentía la muerte. Sigue consolándote a ti misma. Además, ¿Cómo se siente morirse? Nadie sabe, así que no podía asegurar que me estaba muriendo si es que aun no estaba muerta.
Quería llorar, pero no encontraba mi cuerpo para hacerlo. Quería gritar, pero no sentía mi rostro. Quería salir corriendo, pero mis pies no respondían. Estaba en la nada, lo único que podía ver era la luna, como cruel retrato de mi tragedia.
Era como caminar sin estar haciéndolo realmente, como si alguien más controlara mi ser y me guiara a través de fríos pantanos donde la luna era la luz perpetua de los desvalidos. El fuego, pavimentado de fuego, se alzaba sobre mí, y me di cuenta de lo fría que estaba mi alma, del incontable dolor que surcaba mi espíritu.
Ahora entendía un trozo de una de mis canciones favoritas, El miedo y el dolor pueden acompañar la muerte. Miedo por el lugar desconocido y por la misma idea de la muerte. Y dolor… no sé porque dolía.
Podía reconocer el lugar donde me encontraba. Los cielos rojos como la sangre. La luna negra pero brillante. Los ríos de dolor debajo de mí. Los arboles deformados por la pena. Estaba en mi alma.
Sé que no es la idea que todos tiene del alma, cada uno piensa que su alma es tan pura y blanca como la nieve, pero al parecer, la mía era oscura y llena de tormentos. Como si mi vida no hubiese sido así.
Mis pensamientos se disiparon en el bosque. La mayoría de los arboles estaban secos y lo único que parecía tener vida allí era un rosa negra en el centro de un prado. Lloraba sangre, escurría tan roja por su tallo negro hasta llegar al oscuro suelo, donde se consumía en la arena como si esta necesitara de un poco de sangre para seguir allí.
No sabía que pensar sobre la rosa, así que la dejé pasar a pesar de ser lo único allí que parecía tener vida. No podía concebir la idea de quedarme viviendo en este lugar durante toda la eternidad, lo único que le faltaba era un salón de algebra y un profesor de química.
Me gustaba de cierto modo el sitio, pero no para vivir aquí. Me gustaba que todo era distinto a la realidad a la que estaba acostumbrada, el cielo de fuego era reconfortante, el rio de dolor era bonito, los arboles eran iguales a los de las pelis de terror, la luna era lo que más me gustaba de todo y podría quedarme contemplándola si tuviera la oportunidad. Por otro lado, sentía que en cualquier momento podía caer en aquel rio de dolor, podía perderme en el bosque sin ninguna clase de ayuda, podía perderme en los cielos de fuego, la luna podría devorarse mi espíritu lentamente. Arg, eso me ganaba por tener un alma oscura, debería haber pensado en eso antes de morir.
Bueno, jamás hubiera estado dispuesta a cambiar sólo por tener la leve sospecha de que algún día tendría que vivir en mi tormentosa alma. Prefería una eternidad de tormentos a darle gusto a Anne, Gerard, Dustin y Clarease.
Continué mirando la rosa con atención. ¿Qué así algo tan hermoso en un lugar así? Bueno, ahora eso no tenía importancia, aunque me causaba mucha curiosidad… ¡Yo y mi estúpida curiosidad! Ahora si aplicaba la frase: la curiosidad mató al gato, sólo que en este caso era la curiosidad mató a la oveja negra de la familia perfecta.
Bien, eso era algo que no iba a extrañar para nada: mi familia. Exceptuando a eros, a él lo extrañaría siempre, y ni hablar de Dimitri.
La soledad se apoderó de mí, no sé porque no me di cuenta de eso antes, estaba sola, completamente sola en un lugar de lágrimas. La soledad no era mala, pero en este lugar era aplastante.
Y ahora recordaba algo, Keith. ¿Y si él también estaba muerto? Digo, él había venido conmigo, me había ´protegido, mi me te había aclarado esa parte, él arrancó la estaca del corazón de la mujer que yo conocía bien de la noche anterior, la fantasma de mi cumpleaños que me pedía ayuda, ella se había levantado de su ataúd negro arrancándose el crucifijo del cuello y Keith me había protegido interponiendo su cuerpo entre ella y yo… ¡Mierda! Quería recordar más, pero no podía. Y el dolor aumentaba cada vez más, como si hubiera mil cuchillos apuñaleando mi desaparecido cuerpo, y aunque el dolor fuese en ese cuerpo que no podía encontrar, podía sentirlo tan vivo y llameante como si fuera mi espíritu el torturado.
Poco a poco pude sentir el frio suelo, en contraste con el caluroso cielo. El suelo era frio, como si me estuviera deteniendo en algún lugar remoto de la antártica. Pude caminar, sin saber bien como, por el bosque de árboles muertos con un solo objetivo; la rosa. ¿Por qué me fijaba en una tonta rosa cuando tenía cosas mejores en que pensar? Como en tratar de recordar lo que había pasado esa noche. Pero en lugar de eso analicé cada uno de los arboles mientras la niebla aparecía a mi alrededor y el dolor disminuía tan gradualmente como iba apareciendo un espejismo de mi cuerpo.
Estaba vestida de seda blanca, un vestido largo y hermoso, mi piel se veía más pálida de lo habitual me pareció divertida la analogía de que parecía un fantasma—, llevaba unas hermosas botas negras, y sentía el helado viento en mi rostro, elevando mis cabellos color vino que por alguna razón estaban muy largos. Pero no era mi cuerpo, era una muy buena imitación, porque no podía sentir cosas insustanciales, como el latido de mi corazón, mi respiración, el tacto de mi propia piel.
Continué caminando sin ningún pensamiento que distrajera mi mente. Estaba enfocada en el prado en medio del bosque. Me sentía tan inocente mientras caminaba, como una de esas tipas de las pelis de terror que van confiadas por ahí y después de un rato viene alguien y les clava una sierra eléctrica en la espalda. Sabía que no había nadie más, pero no podía dejar de sentirme inocente en esa forma.
No paré de caminar hasta que a lo lejos pude ver, guiada por la negra luz de la luna, un espacio entre los árboles y la sangre sumergiéndose lentamente en la tierra. Me detuve un momento y contemplé en oscuro paisaje antes de correr hasta el prado. La rosa era tan hermosa, no podía creerlo, estaba cegada por su poderosa belleza. Era lo más maravilloso que había visto.
Me acerqué lentamente, temerosa de dañar el suelo que la contenía y por consiguiente, a ella. Sentí como mis pies parecían hundirse al contacto con el suelo bañado de sangre, como si estuviera en arenas movedizas, por fortuna aun no había comenzado a hundirme.
Me agaché lentamente, observando como mi blanco vestido se manchaba de rojo borgoña. ¡Era tan hermoso! Suspiré alentada por una nueva oleada de frustración, quería la rosa conmigo, pero no podía arrancarla, eso la mataría lentamente y yo quería que ella viviera.
Mi mano se arrastró lentamente por el suelo, e inconscientemente tomé la rosa, las espinas se clavaron en mi mano creando un nuevo dolor. Entonces, la arranqué. La sangre brotó rápidamente del suelo, como una fuente, bañando todo lo que había a su alrededor, incluyéndome.
La mujer se acercó a nosotros con una sonrisa malévola, observando cada uno de nuestros movimientos.
—Veo que escuchaste mi llamado—su voz era una perfecta mezcla de cinismo y dulzura—Y por eso voy a concederte un deseo.
—Lo que quieres es vivir y que él viva, ¿eh? —asentí sin fuerzas, luchando contra la parálisis de mi cuerpo—Concedido.
Keith se acercó un paso a mí y me dio un empujón y fui a parar en una de las rejas dándome un buen golpe en la cabeza. Luché por no carme y continué observando a la mujer que reía estrepitosamente por la escena. Keith comenzó a respirar agitadamente y se abalanzó sobre la mujer con un puñetazo.
Ella rió aun más alto y tomó su puño fuertemente, él gritó por el dolor y ella lo arrojó al suelo y se abalanzó sobre él enterrando sus afilados dientes en la garganta de Keith.
Me quedé paralizada viendo como un hilillo de sangre escurría por su garganta y formaba un pequeño chaquito en el suelo.
Traté de correr para pedir ayuda, no servía de nada quedarme allí viendo como mataba a mi Némesis mientras esperaba a que terminara con él y viniera por su postre. Corrí hasta la puerta con tan mala suerte que ella me tomó fuertemente del tobillo y caí de bruces al suelo, gritando y pateando, tratando se soltarme y arrastrarme hasta a la puerta. Estaba perdida.
— ¡Que pena! —exclamó retirando su boca de la garganta del pobre Keith—Creo que me dejé llevar—levantó el rostro con la barbilla y los labios llenos de sangre y los ojos tan rojos como esta—pero prometo tener cuidado contigo.
Solté la rosa en medio de mi ensueño. La sangre seguía bañándome y pude ver a través del carmesí como la luna había perdido su negro brillos y ahora consumía el cielo de fuego con su perpetua oscuridad.
No sabía qué hacer. Era inútil correr. Y además, sentía como la imitación de mi cuerpo desaparecía poco a poco, pero aun así el dolor se había instaurado en mi pecho como si estuviera apuñaleado.
Nunca había sentido un dolor así, aunque no podía estar segura si no había terminado de hurgar en mis recuerdos. No quería saber que seguía, no quería presenciar mi propia muerte.
La luna siguió consumiendo todo lo que había a su alrededor, creciendo cada vez mas. Me levanté torpemente y corrí sin rumbo por entre los árboles. Mis piernas perdieron velocidad poco a poco, podía ver mi cuerpo borroso, ¡podía ver a través de él!
La luna llegó hasta el bosque, el cielo ahora era una extensión oscura de la negra luna. La oscuridad se abalanzó directo sobre el prado lleno de sangre y comenzó a avanzar rápidamente por el bosque. Corrí mas rápido ignorando el punzante dolor en mi pecho. Miré aterrada hacia atrás para ver la oscuridad avanzando más rápido. ¿a quién engañaba? No podía escapar de eso, y ahora mucho menos que mi cuerpo estaba casi al borde de la extinción. Cerré los ojos lo más fuerte que pude y me detuve a esperar.
No podría decir con exactitud lo que sentí cuando la oscuridad se apoderó de mí, pero si sabía que ahora era muy diferente. Podía sentir mi cuerpo, ¡el de verdad! No una copia barata, ¡era mi cuerpo! Estaba acostada en algo muy duro, hacia mucho frio y olía a humedad. Nos podría decir más por que la verdad, aun no podía mover ningún musculo, ni siquiera podía abrir los ojos.
Era como una de esas pelis en la que alguien se desmaya o está en coma y comienzan a hablar algo muy importante sobre ella y la persona lo escucha todo a pesar de estar dormida y después despierta y comienza a vengarse por lo que escuchó. Podía oír pasos y voces, aunque ambas eran desconocidas y hablaban en idiomas extraños para mi, eran completamente hermosas y melodiosas. Un hombre y una mujer. Seguí el ritmo de sus voces y de sus pasos por un buen rato, hasta que ambos se callaron.
Me detuve a pensar en ese momento de silencio en Keith, ¿estaría vivo? Odio decirlo, pero esperaba que si lo estuviese. Lo odiaba y todo eso, pero después de todo me había protegido y la verdad no sé que hubiera hecho si él no me hubiera seguido.
Las personas comenzaron a hablar de nuevo en ese idioma raro. Pensé que era rumano al principio, pero ahora estaba dudando de eso. No es que me importara el idioma, lo que si me importaba era saber con que clase de personas estaba.
Hubiera sido genial salirme de mi cuerpo y ver con quien estaba y que estaba pasando por ahí, pero en eso no tenían razón las pelis.
Tuve que esperar un buen rato antes de poder sentir mis dedos y poder moverlos con libertad. Estaba en un lugar bastante estrecho, me di cuenta cuando moví mi pie a un lado y oí mis botas chocar contra la madera. Madera, mmm…
Después pude mover mis brazos. Los alcé para ver hasta donde llegaban. El espacio era tan diminuto que comencé a sentir claustrofobia. Y más aun cuando noté que tenía los ojos abiertos y estaba en la más perpetúa oscuridad.
No estaba asustada por un ataúd. Después de todo había estado en mi alma y no había sido nada bonita. Lo que si me asustaba era estar en uno cuando no estaba muerta. ¿Y si me habían hallado inconsciente y habían creído que estaba muerta? Mi familia no se hubiera puerto a reparar, a ellos no les hubiera importado enterrarme viva.
Comencé a patalear como una posesa y grité a todo pulmón, sabía que nadie me iba a escuchar, pero nada perdía con intentar. Las gente de afuera se quedó en silencio y después de unos segundos de gritos pude escuchar algo metálico chocando contra lo que supuse que era una lapida… o más bien, mi lapida.
Oí la pala sacando lentamente la tierra mientras gritaba y pateaba. Pensé que la tierra iba a romper la madera y me iba a ahogar con tierra de cementerio… pensándolo detenidamente, ¿no debí haberme ahogado hace un rato? No sabía cuanto tiempo había estado aquí, ¿y si hubieran sido semanas? ¿o días? El oxigeno debía de haberse agotado.
Respiré profundo esperando que me sacaran rápido de este maldito agujero y cerré los ojos con fuerza mientras escuchaba en incesante ruido de la pala y la tierra.
Tarareé una canción de Korn hasta que sentí el choque de la pala contra la madera y sentí como alguna tierra caía sobre mis piernas. Abrí los ojos cuando sentí el crujido del ataúd al abrir la puerta.
Era de noche, la luan se alzaba justo arriba de mi tumba, iluminando cada rincón del hondo agujero en el que estaba. El hombre era perfectamente hermoso, aunque ya estaba muy mayor, tenia algunos cabellos grises entre su castaño oscuro, sus ojos eran verdes, tanto como jamás había visto, y su rostro… ¡para morirse!
Pude haberme quedado mirando al hombre toda la noche si no se hubiera interpuesto en mi línea de visión aquel espectro reencarnado en alimaña cizañera, sonreía tal y como recordaba, con la maldad en sus ojos y el sarcasmo en los labios.
Me miraron con cierto grado de atención por un momento. No sabía si levantarme o quedarme ahí y dejar que me enterraran de nuevo, después de todo, esa mujer me aterraba, ¡me había matado! O lo que fuera, bueno, ¡había matado a Keith ante mis ojos!
Pero me levanté lentamente, aunque no me gusté decirlo, este era el sueño de toda mi vida. Nunca se lo dije a nadie porque sabía que dirían que estaba más chiflada de lo que ya creían que estaba y me mandarían a un sanatorio mental.
Examiné mi ropa con atención y deduje que habían sido Eros y Dimitri quienes me habían vestido para mi tortuoso entierro. Llevaba un minivestido de corsé negro, un cinturón con hebilla de calavera—que conveniente, sobre todo cuando te mueres y vas a quedar igual que el cinturón—, unas median de malla, unos mitones negros y mis más queridas botas plagadas de correas.
No fue nada del otro mundo levantarme de mi ataúd. El hombre apuesto me tendió la mano y me ayudó a salir del agujero sin decir ni una sola palabra.
Miré a la mujer. ¿Cómo podía un día pedir ayuda tan desesperadamente y al otro convertirse en una sanguijuela asesina?
Miré el cementerio ya conocido y me detuve en cada uno de los hermosos rostros que me observaban curiosamente. Dos hombres—ya había visto a uno cuando abrí un ataúd—, perfectamente hermoso, pero como el hombre misterioso, era ya muy anciano para mí.
Y el otro… ¡ahh, el otro! ¿Cómo podía alguien ser tan perfecto? era mucho más guapo que el viejito que estaba a su lado. Igual que los demás, era anormalmente pálido y tenía los labios azulados. Su pelo color medianoche se movía a la par con el viento y tapaba sus profundos y solitarios ojos negros. Tenia las manos en los bolsillos, tal vez el único que vestía de una manera media ajustada a esta época, con pantalones negros, una camisa negra y una gabardina que le llegaba a los tobillos, lo único relativamente antiguo era el sombrero, al que le daba vueltas y vueltas en sus dedos.
Suena completamente idiota y anti yo, pero… ¡me derretí frente a él! ¡Frente a mi perfecto príncipe gótico! Y…
Creo que me adelanté al decir todo eso, porque a regañadientes tuve que ver a la perfecta chica que lo tomó por el brazo. Era rubia, alta, pálida, y se veía perfecta con su vestido de época color negro y su extrañamente repeinado cabello largo.
La mujer se acercó a mí y me puso la mano en el hombro. Instintivamente salté hacia delante, lo último que quería era que se me acercara de nuevo.
—Esta vez no—declaró el hombre de cabellos castaños tipo estrella de cine gótica que desentierra niñitas—Es mía.
—Pero no tienes autoridad esta vez—ella iba a discutir pero él levanto su mano y la hizo callar al instante—No me importa si tú la transformaste, ella es mía.
No me gustó esta proclamación. El hombre era raro—como si tuviera el derecho moral de decir eso—, y no en una buena forma. La autoridad de su voz y su mirada no me convencían mucho, era justo la voz y la mirada que hubiese imaginado para Dracula. Y aunque fuera genial que Dracula me proclamara como suya, sabía que no era nada bueno, ¿cómo podría ser bueno en una proclamación como esa viniendo de un asesino pirado, un legendario personaje de la muerte?
Este hombre se le parecía mucho en tantas formas, no en lo físico, pero la maldad fluía a través de sus ojos ocultándose detrás de un manto de inocencia.
La mujer me miró detenidamente, conteniendo su cólera. El hombre raro paso a mi lado y me tomó fuertemente por el brazo, como si yo fuese a salir corriendo hasta donde estaba la mujer. Era difícil decir con quien era peor quedarse.
—Vámonos—ordenó en el mismo tono autoritario y la mujer fue la primera en salir escoltada por el otro hombre. Después fue la arrogante chica rubia seguida por el caballero gótico. Estuve a punto de preguntar a dónde íbamos cuando el hombre raro me interrumpió— ¿Qué recuerdas?
La pregunta me pilló con la guardia baja. No supe que responder ni cómo responderle justamente a él, así que dije la primera burrada que se me vino a la cabeza.
—El cementerio… Keith…—se me cortó la voz al decir su nombre. Miré ansiosa hacia atrás, tratando de encontrar su tumba para sacarlo de inmediato.
Sentí ganas de llorar al comprender esas palabras. Él realmente estaba muerto. Él no era como yo ahora. Él no se levantaría de la tumba. Él no volvería a molestarme con sus palabras. No volvería a tratar de hacerme sentí inferior. Y aunque suene increíble, dejaría que hiciese conmigo lo que el desease con tal de que se levantara de su ataúd y corriera hasta aquí. Podría hasta entrar en una cámara de tortura controlada por él. Pero eso no iba a pasar, él no iba a volver. Y pensar que yo era la culpable, que por mi culpa no podría graduarse ni ir a la universidad con una beca de deportes, que por mi culpa estaba frio con su corazón seco enterrado bajo tres metros de tierra. ¡Y lo último que había hecho era protegerme!
—Deberias agradecer que estas aqui—continuó diciendo como si nada—Supe que Bastet te había pedido ayuda, cumpliste con tu palabra y ahora yo cumplo con la mia.
—¿Palabra? —me tragué el nudo de mi garganta y pensé en cosas positivas. La luna, los murciélagos, Milos.
—Tu nos devolviste la vida y ahora yo te consedo una nueva y mas duradera—se echó a reír en tono macabro—Espero que te guste el rojo, por que de ahora en adelante veras las cosas de ese color quieras o no.
Me sentí conmocionada con esas palabras, y más, por todo lo que estaba pasando. De seguro estaba soñando y en un rato vendría Dustin a gritar en mi puerta para que despertara y fuera a la caminata familiar de los domingos. Eso esperaba, sólo un sueño, auqnue… jamás tendría la oportunidad de conocer a unos verdaderos hijos de la noche si esto era un sueño.
El hombre raro me arrastró por todo el cementerio con una nueva duda en mi cabeza: Dimitri. Se suponía que él iba a venir a sacarme del mausoleo. ¿Y si la mujer le había hecho daño a él también? Yo no podría soportar la idea de que Dimitri estuviese herido o peor, muerto.
La palabra me quemó. La muerte de Keith me dolía a sobremanera, siempre había dicho que bailaría sobre su tumba, pero ahora era diferente y me dolía mucho la idea de jamás volverlo a ver. Pero era una cosa distinta con Dimitri, si él estaba muerto yo… yo… ¡me moriría! Y esta vez en serio y para siempre.
Los demás saltaron el portón de hierro con más gracilidad y gracia de la que me esperaba. El hombre haló de mi más fuerte y sin soltarme comenzó a escalar el portón obligando a mí a hacerlo.
Estaba ansiosa por ver a donde íbamos. Aunque tenía miles de cosas en mi cabeza, no podía dejar de preguntarme por que yo y a donde íbamos con exactitud. Creaturas como esas deberían estar a gusto en el cementerio, pero por lo que me dí cuenta, querían salir de allí lo mas pronto posible.
Nos quedamos de pie frente al cementerio un buen rato, hasta que paso un taxi el chico lo hizo parar. Después… el hombre que acompañaba a la alimaña asesina sacó al taxista por la fuerza. El taxista iba a pelear por su auto, pero el hombre le dedicó la mirada más temible que había visto y el taxista no pudo hacer mas que retroceder.
Uno a uno se subieron en el auto, el hombre y la alimaña adelante. El hombre raro y yo entramos atrás y después fueron la chica y el chico. Me sorprendió que todos cupiéramos en un espacio tan reducido sin estar apretujados, pero eso, en este momento era algo insustancial, por que ahora, tenia algo mejor que hacer…
—¡Dimitri! —grité a todo pulmón cuando las puertas estuvieron cerradas. La chica me dedicó una mirada perversa, el hombre sólo aceleró, la alimaña sonrió para si misma, el hombre raro me apretó mas fuerte el brazo, y el chico no se inmutó— ¡Dimitri! —volví a gritar— ¡Dimitri!
El hombre raro me miró y yo volví a gritar el nombre de mi amigo, después, asintió con la cabeza y el hombre que conducía cambió su rumbo.
Dejé de gritar cuando vi donde estábamos. En la calle donde él vivía. Aparcaron a unas cuadras de su casa—¿cómo sabían donde vivía? Es mas, ¿cómo sabían a quien me refería? El hombre raro me sacó del auto y me soltó el brazo.
No sabía que hacer frente a eso, yo podía quedarme el tiempo que quisiera, no me importaba lo que un autoritario chupasangre me dijera. Corrí a lo largo de la calle, me recordó mucho a cuando corría por el cementerio jugando a las atrapadas con Eros.
Trepé por la cosa de la enredadera—nunca supe como se llamaba eso, pero estaba en casi todas las casas de por ahí y tenía un uso especifico: facilitar la entrada de los chicos a las habitaciones de sus novias haciendo una muy malo imitación de romeo y Julieta—llegué a la ventana del estudio y me escabullí por ahí. La casa de Dimitri tenía el estilo «no tengo ni la menor idea de lo que estoy haciendo» de su madre, todo era un raro revoltijo de cosas que no conbinaban y colores chillones. Abrí la puerta lentamente y revisé que no hubiera nadie por ahí, confirmado, caminé tratando de no hacer ruido por el pasillo y depués me planté frente a su puerta. La música estaba a todo volumen y no podría decir si estaba allí o no, porque él siempre ponía música alto y cerraba la puerta con llave antes de escaparse para hacer de las suyas.
—¡Ya te dije que no quiero hablar contigo! —gritó. Llamé de nuevo— ¡Lárgate, no te quiero ver! —llamé de nuevo, apuesto a que si me quieres ver—Mira, mamá…
Se quedó pasmado al abrir la puerta. Debo reconocer que yo también lo hice, hacía unos momentos lo creía muerto y ahora lo tenía de pie frente a mi.
Ninguno de los dos sabía que hacer, y creo que él estaba mas confundido que yo. De seguro había estado llorando por mi muerte y ahora estaba en shock por encontrarse a mi fantasma.
—Hola—susurré como si nada. como me lo suponía, no respondió y se quedó mirándome— ¡Es un milagro! ¡Estoy viva! Fue todo un error, mira, estaba inconsciente y tal vez a Anne no le importó nada y me enterró supongo que despues de todo esta feliz por eso; bueno, el punto es que desperté en un ataúd hace unas horas y comencé a gritar, alguien estaba cerca de allí y no sé como me escuchó, pero aun así tomó una pala y me sacó de ese agujero antes de que me ahogara y muriera de verdad.
Esperé, y esperé y esperé, pero él no reaccionaba. Se dedicó a mirarme como si fuera idiota, ya lo había empezado a creer. O tal vez fui demasiado rápido con mi explicación, pero por lo menos era una medianamente creíble, no es como si hubiera llegado a decirle «hola, Dimitri, adivina que, una sanguijuela me chupó la sangre, desperté en el lugar mas fantastiaterrador de todos y después de bañarme en sangre desperté en un ataúd y los amigos no-muertos de la sanguijuela me sacaron de allí. Creo que me parezco ahora mas a ellos que a ti, pero no te preocupes, no voy a hacerte daño» Eso si que habría sido algo raro.
Jesus of Surburbia sonaba a todo volumen cuando Dimitri sonrió como jamás había visto y se limpió las lagrimas del rostro, se acomodó su mohicano y me miró del modo mas dulce del planeta...
—Suena... imposible de creer—tragó saliva y miró al suelo por dos segundo antes de volver a mirarme—Pero, si eres un fantasma, no te preocupes por no asustarme, al contrario, me haces muy feliz.
— ¿Cuenta si te digo que soy un zombi y que vengo a comerme tu cerebro?—noté lo deprimido que estaba, y hablaba en serio, él hubiera estado dispuesto a irse al inframundo en ese instante si yo fuese un fantasma que hubiese venido por él. Ah, sí, y todavía estaba conmocionado, pero feliz.
—No, pero si quieres comerte mi cerebro...—sonrió de nuevo, pero fue una sonrisa triste. Me apresuré a darle un abrazo y quedó perplejo, no se movió ni un centimetro, ni siquiera me abrazó, se quedó muy quieto y respieraba fuerte.
Pensé que le habia dado algo como un infarto y se habia quedado tieso en mis brazos. Eso sería malo, nunca prenté atencion en el curso de primeros auxilios—como si yo alguna vez en mi vida hubiera prestado atencion en clase—, y si se habia desmayado o algo tendria que dejarlo en el suelo y llamar a los paramedicos y depsues se lo levarian en una camilla al hospital donde le pondria esa cosas de electricidad para reanimar a las personas que mas bien parecia que los iban a matar con un shock electrico. Pero por fortuna, tenía los ojos bien abiertos cuando lo miré.
— ¡Dimitri, baja a comer algo, por favor!—gritó su máma. Oí los pasos en las escaleras por encima de la musica y empujé a Dimitri a su habiatacion cerrando la puerta de camino—No puedes encerrarte, hijo, tienes que salir y comer algo, tal vez un paseo te haga sentir mejor.
¿A quien se le ocurre salir a pasear en la noche cuando alguien muere? digo, en la noche se sentiria peor, ¿no se suponia que para toda depresion lo mejor era la luz del sol y un helado del tamaño de jupiter?
Me miró aun perplejo, pero me tomó fuertemente de la mano, como si no quisiera dejarme ir otra vez. Sonreí para mis adentros.
—Prometeme que no le contarás nada a nadie, ni a Eros, ni a Anne, ni a Dustin, ni a Brooke, ni Drew, ni a nadie, ¿vale?
—Ya te dije, tenía algo de eso que vimos en clase... eso que sigues vivo pero la gente no escucha tu corazon, ¿cómo se llama?... Mmm... Catalépcia, creo.
—Pero... —me apartó el cabello del cuello y me examinó—Sangrabas, yo lo ví, y Keith tambien. estaban en el suelo los dos y ninguno tenía pulso, y los dos tenían esas...
Se detuvó antes de decir algo de lo que pudiera arrepentirse. Esperé a que dijera mordidas, pero no lo hizo.
—Hijo, por favor, sal un momento, ven y come algo, me preocupas—tuve ganas de gritarle que se largara, pero ya era complicado explicarselo a él y no iba a repetirlo con su loca máma.
—Moon, estas viva—sonrió y acarició mi cabello aprovechando que tenía sus manos tan cerca de mi cuello—Estas aqui.
Le dí un gran abrazo, esta vez correspondido, y él me di muchos besos en la mejilla, tal vez demasiados, pero no me quejé.
Me recosté en su hombro, reconfortandome, sabiendo lo ue me esperaba en menos de un minuto. No queria ir con ellos, aunque hubiese sido el sueño de toda mi vida conocer a los hijos de la noche y ser una de ellos, ahora no estaba tan segura de eso.
—Dimitri, por favor, ven a comer—continuó su madre golpeando la puerta—Tienes que distraerte un rato, tienes que dejar de pensar en ella.
Me separé de él a regañadientes y me preparé para saltar por la ventana. Había dos posibles resultados para eso: primero, caería de pie como un gato y no me haría daño, segundo, me rompería una pierna.
—Moon, no me dejes—lo noté poco convensido de mi estado viviene cuando vio que saltaría por la ventana—Llevame contigo, ¿sí?
Oh, genial. Yo queria llevarlo conmigo, o mejor aun, quedarme con él, pero si no volvía de seguro vendrían por mi y... no quería ni pensar lo que podían hacer si venian por mi, no quería que a Dimitri le pasara lo mismo que a Keith.
No sabía que hacer, los cinco minutos ya habían pasado y tenía el presentimiento de que el tipo raro no andaba carcado de sutilesas.
—Volveré, te lo...—decidí no hacerlo, no podía prometerselo si ni siquiera sabía quienes eran esas no-personas, ni a donde me iban a llevar, así que decidí decirle una mentira muy cierta—Es mejor que dejemos asi, Dimitri, no soy la misma, ¿sí? y no sabría decirte lo que te puede pasar si me quedó contigo.
—No hare nada de lo que te puedas arrepentir—¿cómo el tema había dado un giro tan radical? ¿cómo podia él pensar que yo me estaba refiriendo a eso?
—No... yo sé que no lo harias... pero no estoy hablando se eso, Dimitri, creeme que eso sería el menor de los problemas si yo me quedase aqui, habría algo peor. Mira, ni siquiera sé por que aun no ha pasado, y no me refiero a lo que tú te referias, me refiero a algo que...
¡Era tan difícil de explicar! No podía decirle que no sabía por que diablos no me había avalanzado a él para beber su sangre, porque aun no me sentía así.
—Por favor—me rogó de núevo y no pude hacer mas que darme la vuelta y mirarle endemoniadamente, me soltó el brazo de inmediato y retrocedió un paso.
— ¿Ahora vez por que no me puedo quedar?—le pregunté en tono sarcastico. Nunca le había hablado así antes.
De repente escuché un suave golpe, casi inperceptible y me dí la vuelta. El chico, había venido por mí. Genial.
—Te has pasado del...—comenzó a decir en tono medio enfadado, medio desentendido cuando se fijó en Dimitri. Me sorprendió mucho su reaccion, comenzó a sisearle enseñandole los colmillos—Cazador—rugió entre dientes y atravesó la habitacion tan rapido que apenas vi un borron, tomó a Dimitri por el cuello y siguió rugiendole como un poseso.
—Sueltalo—corrí hasta él. Ni siquiera sé como llegué alli tan rapido. Lo tomé por el cuello de la camisa y lo arrojé al otro lado de la habitacion. El estruendo se escuchó muy por encima de la música. ¿Cómo había hecho eso? O mejor, ¿yo había hecho eso?
Dimitri cayó al suelo, desconsertado, mientras el chico se levantaba. Me enseñó los colmillos y comenzó a rugirme.
—No peleo con niñas—se acercó hasta mi en plan intimidatorio. Me quedé firme donde estaba y noté como mis incisivos estaban mas puntiagudos y largos de los habitual.
El golpe me dejó algo mareada, pero me recompusé lo mas pronto posible. Cuando abrí los ojos el chico se acercaba a Dimitri.
Corrí con la misma velocidad de antes y me lancé sobre sus hombros. No fue la mejor idea de todas, pero funcionó por un momento. Él comenzó a sacudirse para que me bajara y hasta me golpeó contra las paredes. Todo iba bien hasta que me agarró de las muñecas y me lanzó fuera de él.
Dimitri se acercó a la ventana y la rompió con una lampara. Despues tomó uno de los cristales mas grandes y se enfrentó al chico.
Me levanté lo mas rapido que pude y corrí hasta el chico. Nunca había peleado en mi vida y en definitivo no estaba dispuesta a perder la primera vez. Le dí una buena patada en la pierna y el cayó al suelo, despues volví a patearlo con mas fuerza y fue a dar a la pared.
—El cazador debe morir—dijo mientras se levantaba. Le rugí y protegí a Dimitri con mí cuerpo mientras él se acercaba sacansosé del brazo uno de los cristales que se le había enterrado en la caida, ni una gota de sangre salió de la herida.
—Vete—le susurré a Dimitri. Debí suponer que no era estupido como los chicos de las novelas mexicanas, que dicen que se quedaran hasta el final. Dimitri salió corriendo hasta la puerta y yo empujé al chico mientars Dimitri abría y salía cerrando de inmediato para que su madre no nos viera.
— ¿Que diablos haces?—me interpuse en su camino dispuesta a hacer lo que fuese para que no atravesara esa puerta—Es un cazador.
— ¡Él no es nada de eso!—contuve un poco mi grito para que la madre de Dimitri no sospechara. Como si no lo estuviese haciendo ya.
Se dio la vuelta y corrió hasta la ventana, saltó antes de que me diera cuenta y no tardé en seguir sus pasos. No me sorprendí al ver que no me había roto una pierna en el intento.
Lo tomé por el brazo y utilicé todas mis fuerzas para apartarlo lo mas que me fue posible de la casa.
hola!!!! tu historia esta genial, la he descubierto hace una rato y ya me he bebido los 4 capis y solo tengo una cosa que decir masssssssssssssss, para cuando el siguiente capi? esto cada vez se pone mejor ;)
ResponderEliminarLa verdad que logras hacer que me meta de lleno en la historia , estremece demasiado . Me encanta y pronto leere el siguiente ahora no tengo mucho tiempo :) . By Sofia
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