viernes, 23 de julio de 2010

capitulo 3


Fue uno de mis mejores cumpleaños. Hubo unos peores, como el quinto con ese payaso. De verdad, si me hubiera encontrado con un payaso en el bosque me hubiera asustado más. Soy payasofobica… ¿esa palabra existe? Nota: preguntárselo a Google. Puf, como si me importara.


¿Qué mas puedo decir de mi cumpleaños? Que por lo menos hoy era otro día.

No quería pensar en nada que no fuera palomitas de maíz. Era fin de semana y Brooke y yo habíamos conseguido empleo hacia unas semanas en el cine. Ella era acomodadora y yo vendía los dulces… y aprovechaba para comer un poco.

Algo tenia seguro, para conseguirme un lindo regalo de cumpleaños que verdaderamente valiera la pena—no como los aretes viejos y usados—tenia que salir a trabajar aunque odiara pararme la mitad de mi fin de semana detrás de un mostrador sirviendo sodas con una estúpida gorrita.

Bueno, había gente peor, había chicos que tenían que usar una salchicha plástica en la cabeza y otros que debían disfrazarse de gorilas, no veía la razón de ponerse un traje de gorila si eran así todo el tiempo, pero el mundo es raro.

No tuve que esperar la llamada de Dustin porque sabía que era importante… Y mi turno comenzaba a las tres treinta así que podía levantarme a las doce. Me puse mi camisa negra sin mangas, mis mitones negros, unos jeans rasgados y mis botas de combate. Y arriba de eso, una camisa azul y mi gorra del cine. La tonta de los fines de semana se pintó los labios de negro y se puso su eyeliner antes de despedirse de su gato. Trabajar debería ser un delito.

— ¡Ven aquí! —ni siquiera podía tener cinco minutos en paz, ¿Por qué no se moría o se iba de la casa? — ¡Ayer no te di tu beso de cumpleaños!

Estampó sus labios en mi mejilla.

— ¡Que asco! Ahora estoy llena de tus ñoño gérmenes—me limpié la mejilla con una de las cortinas mientras él se reía.

—No seas mala, hermanita—hizo un pucherito fingido—Sólo trataba de ser amable.

— ¿Por qué no eres amable y te apartas de mi vista?

— ¿Quieres pelear? —fingió ponerse en guardia como una karateca.

—Púdrete.

Bajé las escaleras corriendo y entré a la cocina. Mi abuela preparaba el almuerzo. «Buenos días. Buenos días, abuela, ¿Qué tal estas? Bien, hija, ¿y tu?» Mi abuela imaginaria era muy mable, lastima que la de verdad no.

Me senté a comer un tazón repleto de Conde Chocula mientras Anne y Gerard veían una película en la sala de estar.

— ¿A dónde vas tan temprano? —preguntó Clarease.

—A casa de Brooke—iba a preguntarle que le importaba, pero no quería un castigo en mi segundo día con dieciséis años legalmente… si que no habían sido unos dulces dieciséis.

—Ah… ¿verán películas?

—No, pasaremos el rato haciendo collages.

—Ah…—tenia respuestas tan inteligentes como las mías—Te fuiste del restaurante muy rápido ayer.

— ¿Lo notaste? —continué con mi desayuno sin prestarle atención, hasta que…

—No me diste tiempo de darte tu regalo.

— ¡¿Regalo?! —eso si que me gustaba… sólo si no era un collar antiguo.

—Claro, por tus dulces dieciséis.

— ¡Genial! ¿Qué es?

—No le digas a tu hermano que te compré algo, ¿vale?

— ¿Y mi regalo?

Ella sonrió. La mayoría de la gente pensaría que fui maleducada… yo también lo pienso, pero, ¿qué importa? Por primera vez en mi vida la abuela me daría un regalo a mí y no a Dustin.

—Esta en mi habitación, cielo— ¿cielo? ¿lo había dicho en serio? No esperen, ¿de verdad lo había dicho?

—Eh… gracias, Clarease.

Acabé con mi tazón de cereal y subí corriendo a la habitación de la abuela lo más rápido que pude. Entrar en su habitación era entrar en un raro mundo de carteles fluorescentes, flores y lámparas de lava.

¡Mi regalo!

Rasgué el papel negro a la velocidad de la luz y destapé la caja…

Si ayer había gritado…

— ¡¿Qué pasa?! —entró Dustin dando tumbos a la habitación— ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Estas bien?!

No podría creerlo si no lo estuviera viendo. Un guitarra…. Pero no una guitarra común. ¡Una guitarra autografiada por Gerard Way! No podía creer que el vocalista de My Chemical Romance hubiera puesto las manos sobre esa guitarra. Tenía sus huellas digitales, no podía tocarla y dejar mis dedos marcados sobre los de él y…. me estoy comportando como una fanática obsesiva.

— ¡Maldita sea, ¿Por qué estabas gritando?!

—No es nada—metí la guitarra en la caja y me senté frente a ella.

—Eso no parece nada.

— Es una ilusión óptica, uhhh.

—No seas payasa.

—No seas idiota… Oops, demasiado tarde para advertencias, ya lo eres.

— ¿Por qué estoy aquí discutiendo contigo cuando mi novia me espera abajo?

—Ay, sí, como si hubiera una chica lo suficientemente estúpida para salir contigo.

Me sacó la lengua como un niño de cinco años y se fue. Lo he dicho cientos de veces: es un idiota. Pero, ¿qué puedo decir? Me daban ganas de saber que clase de demente suicida seria esta vez la novia de Dustin.

Le dije te amo a mi nueva guitarra y la llevé a mi habitación, dejé que Milos saliera y cerré la puerta con llave. Lo último que quería era que alguien tocara mi guitarra.

Bajé corriendo las escaleras y le di un leve abrazo de agradecimiento a mi abuela y corrí a la sala de estar. Brooke ya estaba allí, ¡diablos! Debía estar enojada conmigo, se suponía que yo tenía que ir a su casa.

—Ven a sentarte, hija—me indicó Anne, que estaba al lado de Gerard que estaba al lado de Dustin. Me senté al lado de Brooke, sabia cuanto podía llegar a incomodarle esa situación… espera, ¡reconocía que era su hija! Que impresión.

—Lo siento, ¿vamos?

Ella me miró con una sonrisita de disculpa. ¿De que se disculpaba ella?

—Te dije que te presentaría a mi novia—se metió Dustin.

— ¿Dónde esta?

—Brooke es mi novia.

—Ok… yo…—me levanté del sofá, anduve hasta las escaleras y traté de borrar esa imagen de mi mente retrocediendo los hechos. Después volví a entrar a la sala— Lo siento, Brooke, salía para tu casa pero La Cosa del Pantano me retrasó.

—Eh… me asustas, rarita—noté como todos me miraban como si estuviera loca.

—Pírate, cosa… ¿humana?

—Eh… ¿tú la entiendes? —Brooke negó con la cabeza y Anne y Gerard se encogieron de hombros.

— ¿Vamos?

—Claro…—Brooke y Dustin se levantaron al mismo tiempo y…

— ¡Ay, que asco! —me tapé los ojos mientras se daban el beso. ¡Era de verdad! Casi podía vomitar— ¡Que horror!

—Cálmate ya—me dijo Brooke empujándome hasta la puerta.

Me daban escalofríos de sólo pensar que mi mejor amiga y mi hermano… Ugh. Era peor de lo que pensaba, ¿cómo podía ella hacerme eso? Sonara mal, pero no quería que Brooke saliera con mi hermano, no me importaba si le gustaba de verdad… espera un memento, Moon, ¿qué acaso a Brooke no le gustaba Dimitri? Bueno, mejor que no le gustara, pero ¿por qué mi hermano? Había miles de idiotas en el planeta y tenia justo que fijarse en él.

— ¿Quieres que llame a Parental Control? —le pregunté sin podérmelo creer. Ni siquiera hacían buena pareja.

— ¿Eh?

— ¿Qué jamás has visto MTV? —se encogió de hombros— ¡¿Qué clase de monstruo eres?! Y me refiero a ambas cosas, no puedo creer que salgas con Dustin. ¿Desde cuanto tu y él…?

—Una semana, o así.

—¿Por qué no me lo habías dicho?

—Por que sabia que te enojarías—se quedó mirándome mientras nos subíamos a su auto— ¿Estas enojada?

—Claro que no—odio esto, ¡sí, si lo estoy! ¿Y que? Es mi problema si me enojo o no, Brooke, además, ¿cómo diablos puedes hacer eso?

—Lo estas—aceleró y ninguna de las dos habló hasta que estuvimos casi en el cine, que ella dijo—Moon, no quiero que te enojes por eso. Tienes que entender que él me gusta y que no vas a cambiar eso. Y no tienes motivos para enfadarte, te doy un ejemplo, si Dimitri y tú hubieran salido cuando él me gustaba no me hubiera enojado.

—No, simplemente me hubieras matado.

—Claro que no, admito que si hubiera estado muy triste y decepcionada, pero no me hubiera enfadado por que lo importante hubiera sido la…

Me fui antes de que terminara. Se estaba pareciendo al dialogo de una de las novelas de la abuela. ¡Aburrido hasta la muerte! mucho bla, bla, bla. Además, era muy diferente, sé que si ella hubiera salido con alguien que a me gustase estaría enfadada pero la entendería y me aguantaría las ganas de matarlos a ambos; pero era algo muy distinto, oodioo a Dustin, lo odio con odio jarocho, ¿cómo podía pedirme que no estuviera enfadada?

Entré al cine casi corriendo y no compré boleto—los empelados entrar gratis—y me metí en la primera sala que vi. Todo por no ver a Brooke en un par de horas. Ella jamás adivinaría que había entrado a… me salí de ahí de inmediato y entré a la otra sala donde estaban proyectando una peli de horror tipo Saw.

Saqué mi móvil y marqué a toda velocidad. Los chismes tenían que correr como la sangre de la tipa de la pantalla.

— ¿Cómo te sientes esta mañana? —contestó Dimitri.

—Fatal, pero no por lo de ayer—la gente se volvió y me chistaron—Ni que ustedes no tuvieran teléfonos.

— ¿Eh?

—Ven al cine, estoy en la sala 8 y cuando entres no te dejes ver por Brooke.

—Vale.

Le colgué antes de que esa gente me apuñalara con las pajillas de los vasos. Me acomodé en la silla y me dispuse a ver la peli. No estaba mal si le quitas los gritos de las chicas tontas y los suspiros de las mismas cuando el protagonista se quitó la camisa.

No las entendía en lo más mínimo, el tipo ni siquiera era guapo. Pero, ¿qué podía decir yo cuando ni siquiera entendía a mi mejor amiga?

Podía ser peor, podría haber querido salir con un extraterrestre de cincuenta ojos que la quisiera matar para ver que tienen los humanos por dentro… o Keith.

—Hola—Dimitri me saludó con un agradable beso en la mejilla— ¿Necesitas un hombre que te abrace cuando te asuste la peli?

—En tus sueños…

Rodó sus ojos y se sentó en la silla de al lado. ¿Cómo decirlo…?

— ¿Sabias que Brooke es una completa idiota?

—Mmm, sí. Pero aclárame por que lo dices.

—Sale con Dustin.

—Sí, como si fuera a creer eso—enarqué las cejas— ¡Que asco! ¿Qué le pasa a Brooke?

—Yo que sé. El puto es que esta loca, o algo peor. Dustin siempre la ha tratado como si fuera…

—No lo digas—me encogí de hombros, era cierto—Ya, vale, tienes razón. Brooke esta mal, a una persona medio cuerda no se le ocurre salir con alguien que la trata tan mal.

—Lo sé. Se odiaron toda la vida y ahora míralos. ¡Es increíble!

Todos me sisearon enojados.

—También pagué por la boleta…

—Tú no pagaste—me susurró Dimitri.

—Cállate—le respondí en susurros y continué—Si esa parejita de ahí puede rebesuquearse entonces yo puedo hablar.

— ¿Rebesuquear?

—Aquel que rebesuquea.

— ¿No tienes que trabajar?

— ¿No tienes que no estar aquí?

—Buen punto… ¿me traes palomitas?

—No.

Subí corriendo y salí de la sala para tomar mi turno en los dulces antes que yo había una chica empollona de grandes lentes y cabello grasoso. Una típica líder del club de ajedrez. No entendía por que la gente le compraba algo a eso, yo le compraría dulces a una chica granosa que daba cosa con sólo mirarla, ¿qué le pondría a los dulces? O mas bien ¿qué le caería a las palomitas cuando no estas mirando? Lo mas seguro es que mas de uno hubiera comido palomitas con mantequilla liquida y caspa. Yuh.

Aunque, bueno, tal vez las personas pensaban cuando yo les servía que les saldrían murciélagos en sus palomitas. Por suerte para ellos, los murciélagos estaban prohibidos en el cine.

Brooke estaba en la taquilla, por lo que no la vería en un rato, al menos. Tenia cosas mejores en que pensar, como en el mausoleo que quería visitar. Sé que estoy loca, nadie tiene que recordármelo, ir al cementerio después de lo de anoche, pero era algo que valía la pena: ver que tan asquerosamente ricos eran los Bell y cuantas personas habían enterrado en el ostentoso monumento.

Podía morir de aburrimiento aquí si no fuese por las veces que se caían las chicas que estaban entrando en su edad de oro—niñitas precoces que estaban aprendiendo a usar zapatos altos, quiero decir, perritas en proceso—, o cuando entraban los jugadores de hockey, aun con uniformes, y obligaban a los empollones a servirles de meseros toda la noche.

A veces me preguntaba por que un cine tenia que tener esa área parecida a un restaurante de los 60’s, debería ser suficiente con las pelis y los dulces, pero debía servir banderillas y hot dogs y resignarme al asco que llamaban trabajar.

Concuerdo con los chicos de la comisaria—a los que arrestan por violar el toque de queda—trabajar es un asco y es malo para la salud. ¿Cómo? No sé, pero algún daño debe hacer.

Estaba tan cansada a la hora de salida que casi pensé en no ir al cementerio… casi. Estaba completamente feliz de quitarme la camisa y la gorra del cine hasta que me encontré con Keith en la entrada.

— ¿Qué tal, Morticia? —se interpuso en mi camino como uno de esos grandulones con cuerpo de edificio y cara de gorila que se paran en la puerta de un club súper guay a decirte que eres muy joven para entrar allí.

Suspiré. Mi día iba tan relativamente bien…

—Apártate.

— ¿A dónde vas?

—A un lugar llamado «no es de tu incumbencia»

—Sé que no tienes auto y que estas enojada con Brooke, se traduce a que no tienes como llegar a casa.

—Tengo pies, y los uso para caminar… supongo que no entiendes a que me refiero ya que tú los usas para pensar, pero te explicaré. Pones uno delante del otro.

—Ja, ja. Ahora déjame llevarte a casa.

—Ni loca.

—Lastima, ya lo estas.

—Entonces, ni muerta.

—Ya lo pareces.

—No tengo tiempo para esto, Keith, así que apártate.

Genial, como si mis días no fueran lo suficientemente malos. Trabajar era horrible, no sé por que la gente lo hace, y ahora Keith no se apartaba de mi vista y me estaba agotando la paciencia.

—Yo podría llevarte.

Esperen un minuto. Keith era un gallina sin sus amigotes. Y los gallinas le temen a los cementerios.

—Esta bien, llévame a donde quiero ir—le entregué… bueno, le arrojé mi gorra y mi camisa del cine y salí de ese lugar al que tanto me gustaba ir… antes de conseguir un trabajo allí.

El auto de Keith, como todos los autos de esta aburrida ciudad, era un BMW rojo descapotable. ¿Por que la gente no podía ser original y comprarse un escarabajo? Eran lindos. Si algún día llegase a tener suficiente dinero me compraría un lindo escarabajo negro y un coche fúnebre. No es que eso fuera probable.

Y pensar que eso no es lo más deprimente, lo más deprimente de esta ciudad es la incapacidad de salir de ella.

Veía gente que iba todos los días a la agencia de viajes de Gerard y salían unas semanas después a Egipto y Alaska y ciudades mil veces más interesantes que esta. Tenía entendido que lo más lejos que podría llegar seria a la estación del autobús de Highville.

Las únicas veces que le dirigí la palabra a Keith fue para indicarle por donde seguir. Él no pregunto a donde íbamos, y yo no le hubiera dicho si lo hubiera preguntado.

Me bajé del auto de un salto antes de que se detuviera, hay cosas horribles y estar diez minutos a solas con Keith en un auto, ¡es una tortura china! Al estilo americano.

Para mi gran des-fortuna, me siguió como un perrito faldero al cementerio, escaló el portón sin rechistar y todo estuvo bien… hasta que se dio cuenta que estábamos solos en un cementerio lleno de calaquitas y fantasmitas… no precisamente como Casper.

— ¿Qué hacemos aquí, rarita? —podía oler su miedo a distancia, como también podía sentir su orgullo. Tenía una reputación y no era bueno para esta que le tuviera miedo a algo que una niña adoraba. En conclusión, los snobs siempre dicen: jamás pierdas contra niña.

—Tu dijiste que me traerías donde quisiera—señalé el cementerio con una sonrisa siniestra—Y aquí es donde quiero estar.

Tragó saliva y me siguió como un idiota por entre las tumbas.

Debo decir que comenzaba a no gustarme su actitud pacifica. Desde que tengo memoria él ha tratado de hacerme la vida imposible, por lo que su comportamiento no debía traer nada bueno. Pero no iba a preocuparme por eso aun, hoy era la visita a los muertos ostentosos y nada me iba a detener.

—Esto es ilegal—murmuró muerto de miedo. Tiene su lado bueno, si te mueres en el cementerio le ahorras trabajo a los tipos de la funeraria que siempre se ofrecen a cargar el ataúd, además ahorras dinero por lo de no comprar el ataúd y esas cosas. Resulta conveniente.

—Igual que tu existencia en el mundo—ya nos acercábamos al mausoleo y nada iba a arruinar ese momento… bueno, había alguien/algo que lo podía arruinar, no quería ni pensar en esa chica de ojos inyectados de sangre, me helaba la sangre en el peor sentido de la palabra— ¿Harías algo por mi?

—Depende, ¿qué estas dispuesta a hacer a cambio?

—Ja, ni lo pienses. Puedo hacer esto yo solita—le di una patada con toda mi fuerza a la puerta del mausoleo. No abrió. Genial, era una debilucha.

—¿Quieres entrar ahí? —me preguntó mirándome como si estuviera loca, mi pan de cada día.

—¿Tienes miedo?

—NO—cambió su expresión a la típica de macho texano. ¿Mencioné que es texano? Llegó cuando estábamos en jardín de infantes. Creo que lo expulsaron de Texas, por que no creo que haya un lugar en este planeta donde se lo soporten. Aquí lo hacen por que su padre es el dueño del club y la gente cree que de verdad necesitan un símbolo a la grandeza para humillar a las demás ciudades por su supuesta miseria.

—Ya que eres tan valiente, ábrela.

Suspiró profundo y le dio una patada a la puerta. No abrió, por lo menos no era la única debilucha. Entonces, ambos le dimos juntos una patada y… ¡la puerta abrió!

Había polvo por todos lados y olía asquerosos, pero no quise ponerme tiquismiquis y saqué la pequeña lámpara/llavero que llevaba siempre en mi bolsillo. Apartamos el polvo sin poder dejar de toser en el intento y dimos un paso dentro.

Me parecía imposible estar haciendo esto con Keith, peo hay personas peores, como las porristas. Era un odio tan natural como respirar.

— ¿Estas segura de que…?

—Sí, ¿tu lo estas?

—Sólo si tu lo estas—era lo mas tierno que había dicho Keith jamás. Casi me sentí conmovida… casi.

Encendí la linternita y respiré mi último bocado de aire fresco antes de entrar.

—Genial, lo estas—oí susurrar a Keith muerto de miedo.

¿Por qué hacia esto? Era innecesario… divertido, pero innecesario. Me gustaba verlo aterrorizado y si alguno de estos muertitos decidía ser zombi por una noche y perseguirlo por todo el cementerio, mucho mejor. Pero algo que no me cuadraba era por que diablos me había seguido y porque aun seguía haciéndolo.

Iluminé—no es que esta cosa iluminara como las luces del estadio, pero servía… para nada—cada una de las rejas que había ahí. Era como una cárcel de ataúdes. El techo era alto y tenía un hermoso pero descuidado arco. El suelo era negro y liso, pero lleno de polvo y moho. Había seis rejas, un calabozo para ataúdes, y en el fondo una puerta de hierro con grabados en lo que supuse que era oro. ¡Era de ensueño! Quitándole el polvo y el moho.

Arriba de cada reja/calabozo había un año escrito con letras doradas. 1820. 1786. 1802. 1756. 1709. 1819. Si que eran viejitos. Pero el que más sorprendía era el la puerta de hierro: 1506. ¿Cómo podían tener un cadáver tan viejo?

Caminé hasta la puerta de hierro, atraída por las brillantes letras. Fathor Andover, relucía con perfectas letras góticas en la parte superior. Limpié el polvo para leer las inscripciones que habían mas abajo sangunis sempiternus. ok, usando mis agudos conocimientos sobre lenguas muertas podía deducir que no tenia ni la menor idea de que decía ahí, pero era latín, estaba segura de eso.

Vi a Keith observando uno de los negros ataúdes, el más cercano a la salida. Me acerqué a él. ¡Que lindo era esto! … me refiero a ver a las personas sin sus mascaras de valentía, no a Keith es lindo. Puaj.

—Ábrelo—lo animé.

— ¿Estas loca? No voy a abrir eso, ya tengo suficiente con estar en un cementerio con una gótica freaky que me arrastra hasta un mausoleo lleno de vejestorios.

—Punto numero uno: no te arrastre, tú me seguiste. Y punto dos…—el estrepito del portazo de la puerta me cortó al voz.

— ¡Mierda! —por primera vez habíamos pensado lo mismo.

—Tú la cerraste por erros, ¿verdad? —ok, ya no era divertido.

—No, tú la cerraste por error.

Genial.

Keith comenzó a forzar la puerta, pero no abría. No me digné a ayudarlo, tenía cosas mejores que hacer mientras el caballero bufón abría la puerta. Digo, ya estábamos aquí, estábamos encerrados y no había nada más que hacer. Le di una patada a la primera reja y esta se abrió con un crujido, el oxido revoloteo a mi alrededor mientras entraba al mini calabozo.

Me pareció que el ataúd estaba en muy buenas condiciones como para tener tantos años, as que no me dio asco cuando tomé firmemente la tapa… 1. 2. 3. La levanté de un tirón con los ojos cerrados. No olía mal, era de esperarse que el cadáver podrido tipo momia con vestido victoriano desprendiera un olor insufrible, pero no fue nada. Abrí los ojos lentamente para ver el cadáver.

— ¿Qué haces, Moon? —parcia enojado. Ah, sí, era la primera vez en la vida que me llamaba por mi nombre.

Era una mujer. Era imposible no saberlo. Y mas que eso, la conocia. El cadáver podrido tipo momia con vestido victoriano era todo lo contraria a eso. Era un cadáver tipo recién muerto con vestido victoriano blanco, un escote profundo que dejaba ver el crucifijo de oro que llevaba puesto y la brillante estaca de plata que atravesaba su corazón. Su piel era pálida, blanca como la cal, sus rasgos perfectos, aunque polvosos, sus labios azulados y su cabello liso y largo era de un precioso color media noche. Pero no quería fijarme en esas cosas cuando tenia una estaca en el corazón, ¡tenia una estaca! ¡Un muerto de 1820 con una estaca! ¡Un muerto que tenía cara de todo menos de muerto!

Atdé cinco segundos en darme cuenta de que era la chica del cementerio, la que pedia gritos auyuda.¡Mierda!

—También me vi Dracula—me susurró Keith al oído. ¿A que horas se había parado a mi lado?

Salí del calabozo casi corriendo y le di una patada a la reja siguiente. Se abrió con el mismo estrepito y oxido que la anterior. Levanté la tapa del ataúd de un tirón y… ¡estaca! Hombre pálido, hermoso, perfecto, vestido con ropas muy antiguas, polvoso y lleno de telarañas, con la estaca sobresaliente en su pecho y el crucifijo sobre su boca.

Me di cuanta de que Keith estaba revisando las tumbas del otro lado. Pero no quería que estuviera tan lejos de mí— ¿yo dije eso? —, así que corrí hasta donde él estaba y me mantuve a su lado.

Nos miramos a los ojos por dos segundos antes de ver las últimas dos. Él de dio una patada a una de ellas. El ataúd de esta estaba roído, la pintura caída y parecía que se iba a desmoronar en cualquier momento… así que se lo dejé a Keith. Él lo abrió de un tirón y… ¡que asco! El polvo inundo la habitación con un asqueroso olor a podredumbre y moho. Fui la primera en acercarme a ver por eso de las damas primero, definitivamente este si era un muerto, uno que le hacia honor a su edad.

No se podía decir si era un hombre o una mujer. Sus ropas estaban prácticamente destrozadas por la polilla y el cabello que salía de la calavera era largo, pero la gente de esa época—hombres y mujeres—solían llevar el cabello largo, y considerando cuando había crecido durante la podredumbre del cuerpo. Er asqueroso, pero interesante. Sin estaca, sin crucifijo, sólo un saco de huesos.

Keith me tomó de la mano—lo cual no me tomó por sorpresa como debió haberlo hacho—y me arrastró hasta la otra tumba que faltaba por profanar. Sucedió lo mismo que con la anterior y el aire del pequeño y cerrado recinto se puso más irrespirable. No podía con la asquerosidad, como tampoco podía con mi curiosidad.

Caminé directo a la puerta de hierro del fondo de la habitación. No podía encontrar nada peor allí que los cuatro descendientes directos de Dracula. Le di un empujón a la puerta, no abrió, le di una patada, no abrió, y me desesperé y comencé a darle patadas como una posesa, pero la puerta no cedió ni un poco.

—Vámonos—Keith estaba tan nervioso como yo, pero obviamente yo tenia mas curiosidad que él— ¡Ya déjalo! A menos que trigas una sierra eléctrica.

Le lancé una mirada de odio... ¡de vuelta a la normalidad! Solté su mano y empujé la puerta con todas mis fuerzas. ¿Por qué rayos no abría?

— ¡Morticia! —me gritó Keith tomándome fuertemente por la cintura para alejarme de la puerta, pero se retiró cuando levanté mi pierna y estaba a punto de darle una patada en su…—No me gusta nada esta convención de muertitos, rarita, salgamos de aquí.

—En lugar de estar diciendo babosadas, ¡¿por qué no tratas de abrir esa maldita puerta?!

— ¡¿Y tu por que no haces algo productivo y me ayudas?! — ¿qué puedo decir? Tenía razón, corrí hasta donde él estaba y ambos tiramos de la puerta, pero estaba atascada. ¡Estúpido viento cierra puertas!

—Esto no esa funcionando—rebusqué en mis bolsillos y saqué mi móvil.

—Oye, ¿dónde estas? Fui al cine por que quería llevarte a…

—Necesito que me saques de un apuro. Ven al cementerio y busca el mausoleo de los Bell, estoy aquí dentro y al puerta se atoró, ¿me ayudas?

—Mi pan de cada día—y colgó su teléfono con un suspiro.

—Que emocionante—mencionó Keith, sarcástico—El ñoño punk nos va a salvar como si fuéramos unas estúpidas princesitas atrapadas en la torre de un castillo.

—Por lo menos tú lo eres—no pude evitar reírme a presar de la situación en la que estábamos.

Me arrebató la pequeña linterna/no alumbrare ni aunque me lo pidas de rodillas, y se acercó al calabozo donde estaba el cadáver de la mujer. Me quedé mirándolo sumida en la oscuridad.

Seguí la tenue luz de la pequeña linterna a través de los barrotes. Keith tocó a la muerta, por lo que pude ver. Y después, el grito, siniestro y retorcido, espeluznante y atrevido. Mi corazón latió con fuerza cuando Keith saltó hacia atrás y me protegió con su cuerpo mientras la polvosa y hermosa mujer se arrancaba el crucifijo del cuello y trataba de sentarse en su ataúd.

Noté que sólo miraba a Keith, y que él me defendia. ¿Se habia vuelto loco o que? La mujer se levantó lentamente y dio un paso temblorosa. Se lamió los labios como si tuviera un chocolate en frente y caminó elegantemnete con una macabra sonrisa enmarcando su perfecto rostro.

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