lunes, 19 de julio de 2010

capitulo 2





¿Acaso hay algo peor que ir a la escuela? Sí, despertarse para ir a ella. Abrí los ojos saliendo de mis dulces pesadillas a las horrendas de verdad. Busqué desesperada el despertador en mi mesita y lo arrojé al suelo en lugar de apagarlo.
— ¡Llegaremos tarde a la escuela, chica monstruo! —gritó Dustin llamando a la puerta.
Un día, era lo único que pedía, un día sin tener que soportarlo.
— ¡¿Me estas escuchando, enana?! —continuó golpeteando la puerta— ¡Tengo un examen y papá no me llevara si tu no vas! ¡Dice que esta cansado de hacer viajes dobles!
— ¡¿Puedes cerrar tu maldita y maloliente boca?! —me levante a regañadientes paseándome con cuidado para no pisar a mi gato, Milos.
Él era un gato perfectamente negro, al igual que mi alfombra, mis cortinas, mis edredones y mi puerta.
Abrí para encontrarme con mi estúpido hermano listo para irse a la escuela, tan idiota como siempre con su cazadora de la escuela y su pantalón caqui. ¿Cómo podían decir que eso era mi pariente?
— ¿Qué?
— ¿Qué acaso no conoces el significado de la palabra madrugar? —me sonrió de esa forma que hacia que me dieran ganas de darle un puñetazo con mi brazalete lleno de púas.
— ¿Sabes que es lo mejor de ser tu hermana? —le pregunté en tono meloso.
—No, ¿Qué es?
—Esperaba que me lo dijeras, ¡por que no se me ocurre nada! —y le di mi estocada final de todas las mañanas. Le cerré la puerta en las narices.
Milos maulló y fui a abrir las cortinas para que entrara la fastidiosa luz de un día nublado. Tardé unos segundos en acostumbrarme y después revisé atentamente mi colección de cosas de Emily The Strange hasta encontrar el único objeto de Eduardo Manos de Tijera que había en mi habitación, el calendario marcado con X rojas.
Genial, ahora no sólo seria un mal día, sino un día doblemente fatal. Octubre 31. Mi cumpleaños.
Sé que la mayoría de las personas estarían felices por su cumpleaños, pero yo no. Era un día nefasto. Regalos, a mi hermano siempre le daban lo que él quería y a mi lo que ellos querían… Ah, y no hay que omitir que incluso me ignoraban olímpicamente en mi cumpleaños.
Me metí en el baño atontada y me duché lo mas lento posible, me tomé mi tiempo para buscar una minifalda negra, mi camisa de horror, unos mitones negros, mis medias de rayas blancas y negras y mis botas de combate. Me tomé mas tiempo para peinarme con la secadora. Me maquillé cuidando cada detalle, poniéndome bien el rímel y el eyeliner y por ultimo mi lápiz labial negro. Si el idiota de Dustin tenia un examen y dependía de mi que llegara tarde o no, pues…
Me despedí de Milos y le dejé el desayuno en su platón para bajar. ¡Como me lo esperaba! Dustin andaba de un lado a otro en la sala.
— ¡¿Por qué diablos tardaste tanto?! —me gritó abriendo la puerta para salir.
Sonreí y entré a la cocina por un paquete de dulces y una manzana. ¿Acaso no es genial mi desayuno de cumpleaños?
— ¡Feliz cumpleaños, Moon! —gritó Eros desde la puerta de la cocina y corrió a abrazarme como si su vida dependiera de ello.
—Tranquilo, chico, me vas a sacar el desayuno—bromeé.
—Te traje dos regalos— ¡era tan lindo! —Dame tu brazo—obedientemente extendí mi brazo hacia él. Me puso una pulsera hecha de macarrones pintados de negro que tenia un dije de quien sabe que en forma de murciélago.
— ¡Me encanta! —iba a darle un abrazo rompe huesos, pero él puso su mano frente a mi como parando el trafico y sacó de su mochila algo mas.
—Te dije dos regalos y ese es sólo uno.
Rasgué el papel negro que envolvía la caja y… ¡un diario de Billy y Mandy!
— ¡Eres el mejor, Eros!
Esta vez se dejó dar un abrazo y me dio un beso en la mejilla.
— ¡Chica monstruo! —gritó Dustin enfurruñado.
—Gracias, Eros, me encantan.
Tomé mi mochila del comedor y corrí al auto. Eros de seguro se había gastado su mesada en esto, le debía un regalo de los buenos.
Como un día cualquiera, vi a Gerard sacar su auto negro del garaje, a mi hermano viendo atontado a la vecina del frente, a mi abuela salir corriendo con Eros mientras se acercaba el autobús de su escuela, a Eros refunfuñando por que mamá no le había dejado nada para el almuerzo, y yo comiendo mi manzana en la puerta después de guardar mi nuevo diario.
Mi vecindario era un horror, y yo, obviamente, era la clase de chusma que querían ahuyentar. Las casas eran muy parecidas, por no decir idénticas, todas con el mismo arco en el porche, dos pisos con un ático que tenia una ventana circular, hechas con adoquines, con grandes jardines delanteros llenos de flores—hacia poco había sido el concurso del mejor jardín, quedamos en algo como un quinto lugar—todo era siempre tan limpio y aburrido. Le faltaba un poco de chicos que no fueran a la escuela y se la pasaran patinando cerca, unos cuantos que se pararan a cotorrear en las esquinas y niños que no se comportaran como si todos fueran primos en una barbacoa. Era el típico barrio americano. Aburrido.
Le di un golpe en la nuca a Dustin para que subiera al auto y dejara de mirar a la vecina. Siempre se sentaba en el asiento del copiloto, como si eso lo hiciera más importante. A mi me gustaba atrás, podía subir los pies al asiento, dejar los empaques de papitas fritas detrás de los asientos, y, como acababa de hacer, dejar lo que no se comía de la manzana bajo el asiento del conductor.
—Iremos a cenar esta noche—comenzó Gerard—Así que si tienes algún plan para pasar tu cumpleaños con tus amigos, puedes ir, pero llega antes de las siete treinta.
¿Qué por qué no me sorprendió el singular? Ah, sí, por que ya estaba acostumbrada.
Deformé la frase hasta que dijo algo mas o menos así: «Moon, si quieres puedes perderte toda la tarde, ah, y si quieres no vayas a cenar con nosotros, creo que te vendría mejor quedarte a dormir en casa de Brooke y salir a caminar por el cementerio, ya sabes, no hay nada mejor que un cementerio en Halloween» Era demasiado irreal, pero si mi imaginación lo decía, tal vez así lo hiciera.
— ¿A dónde iremos? —preguntó Dustin.
—Es sorpresa.
—No es sorpresa si avisas—susurré, pero ninguno de los dos me escuchó.
Y ambos hablaron todo el camino sobre los partidos a los que la familia tenía que asistir. De cómo habían perdido los dos anteriores y como planeaban ganar los próximos. Casi muero de aburrimiento.
Y no había salvación, si fuéramos a algún lugar como Starbucks tendría una mínima oportunidad, pero íbamos a la escuela y eso era pasar de casi morir de aburrimiento en un auto a morir de aburrimiento en Algebra.
Suspiré y me bajé del auto, medio aburrida, medio decepcionada, como todos mis cumpleaños. Envidiaba a mis amigos, a ellos les horneaban pasteles y les daban regalos geniales, los llevaban a parques de diversiones, les mandaban tarjetas sus familiares que vivían lejos y salían de la ciudad a restaurantes extranjeros.
—Ten cuidado, Morticia—me reclamó Keith.
Había estado distraída imaginando como seria mi cumpleaños si fuera hija única que no me había percatado de la presencia de nadie… no es que me importara la presencia de Keith precisamente.
—Púdrete, antropoide.
— ¿Qué?
—Eso pensé.
Simio, en palabras más entendibles, un simio que se parece mucho a un hombre. Aunque… que los simios me perdonen.
Keith era guapo, pero eso no lo hacia mensos idiota.
—Que bueno es tu disfraz, chica monstruo.
—Me gustaba mas el que traías tu ayer—iba disfrazado con un uniforme de hockey manchado con pintura roja, traía una sierra falsa y una mascara—Creo que te quedaba mejor el disfraz de neandertal que de Jasón.
—Me parece algo lindo que creas que todos los días son Halloween.
—A mi también se me hace dulce que tu lo creas—le sonreí y le coloqué la mano en el hombro—Linda sierra, mono araña.
Lo había olvidado por completo. En Halloween podíamos venir disfrazados a la escuela. Bien… otro Halloween perdido por no tener un hermano que se disfrace antes de salir.
— ¡Feliz cumpleaños! —gritó Dimitri.
— ¿Quieres gritarlo mas fuerte? Creo que no te oyeron en ¡Australia!
—Uh, de haber sabido que estaba malhumorada no te hubiera traído esto—dejó su mochila llena de chapas en el suelo y sacó un gran paquete de ahí.
Me gustaba Dimitri, no del modo en que él le gustaba a Brooke, pero si me gustaba. Y me gustaba aun más como se veía hoy; como un soldado de la guerra civil muerto en batalla, con el sombrerito y el escudo de armas, sus botas militares, su chaqueta roja impregnada de un rojo mas oscuro y echa jirones, una escopeta que definitivamente no era falsa y su rostro muy pálido, con los labios azules y lleno de sangre.
—Sabes que no tienes por que comprarme nada.
—Tu siempre me das regalos geniales en mi cumpleaños—me tendió la caja verde—Así que yo también quiero darte algo bonito.
Sonreí y rompí el papel emocionada, si en casa no me daban regalos, aquí era todo lo contrario y solía ser mucho mejor.
— ¡Es genial! ¡Me encanta!
— ¿De verdad?
— ¡Pues claro! —dejé mi nueva patineta en forma de ataúd en el suelo y abracé tan fuerte a mi amigo que se quejó, pero me devolvió el abrazo.
—Me aplastas, Moon—pero aun tenia los brazos alrededor de mi cintura. Eso no era tan lógico. Se supone que cuando no quieres que alguien te abrace simplemente te quedas inmóvil con las manos a los costados.
—Lo siento—me aparté con una sonrisita inocente y me subir en mi patineta— ¿Dónde compras una de estas? Jamás había visto un board tan… inusual.
—Mi primo tiene una tienda de sakates en Seattle y le hice un pedido especial. Tardo un mes en hacerla.
Me conmovió, aunque él no la hubiera hecho, era lindo… de cierto modo.
—Así que rechacé tu invitación el sábado para poder ir a recoger el board en la casa de mi tío.
—De haber sabido eso no me hubiera enojado contigo—debo decir que soy un poco sensible con esas cosas. Lo había invitado a ver películas en el ático de mi casa y él me había dicho que no, me había sentido fatal y no le había hablado esta semana de puro resentimiento.
— ¿Abrazo de reconciliación? —abrió los brazos y me agarró por la cintura.
—Feliz cumpleaños a ti—canturreó Brooke con su vocecita que a veces resultaba irritante.
—Feliz cumpleaños a mi—me bajé del board, me separé de Dimitri y la pequeña Brooke me dio un abrazo.
Yo era bajita, pero ella exageraba. Yo media un metro con cincuenta y siete y ella un metro con cuarenta y ocho. Cualquiera se sentiría alto a su lado.
Se había disfrazado, también. Era una granjerita con sus vaqueros color caqui, sus botas vaqueras, su camisa rosa a cuadros, sus tirantes, su sombrero de paja y sus trencitas atadas con unas cintitas color rosa.
—Te traje un obsequio—rebuscó en su mochila hasta que encontró un paquete mal envuelto con papel negro.
Rasgué el papel impaciente para encontrarme con una cazadora negra llena de imperdibles con una calavera en la capucha.
— ¡Gracias, Brooke! —le di otro abrazo cuando me percaté de que íbamos tarde a clase.
—Pensé que hoy veríamos a la Novia Cadáver o a la amante de Dracula —mencionó Dimitri.
—No lo recordaba —suspiré —Que más quisiera yo que estar disfrazada de la novia de Freddy Krueger.
Dimitri rodó los ojos y dio un paso hacia Brooke.
—Feliz cumpleaños, rarita— ¿Cómo confundirme con esa voz?—Mi hermana me obligó a acompañarla a comprar tu regalo de cumpleaños y decidí traerte algo.
El sobre protector hermano de Brooke, Drew. Lo conocí el mismo día que conocí a Brooke, el iba una año mas adelante y no dejaba que nadie se acercara a su hermana.
— ¿Chocolates? —pregunté incrédula.
—Soy suizos—explicó con una sonrisa—Bueno, estoy castigado y no tengo dinero, sólo me alcanzó para eso.
—Gracias, Drew, es lindo que gastes tu dinero en mi—todos nos reímos al unisonó… bueno, casi todos, a Dimitri no le hizo gracia.
—A clase, jóvenes, ¡el conocimiento los espera! —me reí aun mas alto de la broma de Drew, quien también iba disfrazado. ¿Acaso era la única que había desaprovechado el día?
En lugar de venir como el skater sin cinturón, hoy venia de mago en patineta.
—No me apetece mucho entrar—mencioné, como si no fuera ya demasiado obvio.
—Estamos conectados—murmuró Dimitri. Parece imposible, pero a él le gustaba la escuela menos que a mí— ¿Pizza y helado?
— ¡Pizza y helado!
Sí, éramos los únicos que pensábamos en hacer novillos todo el día.
—No vemos más tarde—me dijo Brooke con un abrazo—Que tengas un lindo día.
—Guárdame un chocolate, rarita.
Y los hermanitos empollones se fueron a clases.
Dimitri y yo salimos de ahí casi corriendo—casi porque me subir en mi patineta y lo dejé atrás—antes de que algún profesor saliera a verificar que no había alguien pensando en jugar al vago todo el día.
A mi me gustaba ese plan, fingir que era fin de semana toda la semana. Lo mas seguro era que Dimitri y yo reprobáramos este año por falta de créditos y calificaciones por debajo del promedio normal de cualquier estudiante.
Entrabamos a clase—de vez en cuando—y nos poníamos a dibujar o a lanzarles papelitos a los maestros, suena infantil, pero es divertido. Hacíamos novillos en Algebra y Literatura. Jugábamos con los vasitos largos y divertidos en Biología—éramos la peor pareja de laboratorio según el señor Garver—. Nos pasábamos de la oficina del director a detención todo el día. Yo me sentaba detrás de las gradas en Gimnasia y él se ponía a repartir golpes jugando al futbol.
Y pensar que… ¡somos el futuro del país!
Algunos dirán: pobre norte América. Pero si Dimitri y yo somos el futuro de EEUU, será un futuro de lo más divertido… Aunque no lo será mucho para las porristas zorras y cabezas huecas.
— ¡No es justo! —gritó el fantasma del soldado detrás de mi y yo me detuve para esperarlo.
—Vamos, se supone que los buenos jugadores de futbol deben correr rápido, ¿crees que si corren tan lento como tu van a salir vivos del partido?
—No corro lento—llegó hasta donde estaba, sudoroso y con la respiración entrecortada—Y no, si corrieran lento los teclearían y no harían anotaciones.
— ¿Acaso no conoces el significado de la palabra sarcasmo? —puso los ojos en blanco y me pasó el brazo por los hombros. Le di una patada al board para levantarlo y continuar caminando lejos de la tortura a la que les gusta llamar escuela.
—Creo que pizza y helado no es muy saludable, teniendo en cuenta que es tu cumpleaños dieciséis y las calorías comienzan a…
— ¿Me estas llamando gorda? —lo miré a la cara ocultando el tono socarrón de mi voz.
—No… no... yo sólo…
— ¡Pues creo que deberías alejarte antes de que mi falda explote!
—No te pongas así, yo sólo bromeaba.
—Yo también, tonto.
Me sonrió dulcemente.
Pensé en la imagen que deberíamos tener para la gente. Novios. Él con su brazo sobre mis hombros, mirándonos a los ojos, con esa sonrisita… Uhg, eso no me estaba gustando nada. Bueno, me gustaba pero se suponía que no me debía gustar.
—Entonces, ¿pizza y helado o lasaña y malteada? —su sonrisa fue aun mas dulce.
—Creo que ambas tienen las misma calorías—me apretujé aun mas a su costado—Quiero helado y galletas y que me lleves a casa para ponerme mi disfraz.
— ¿Tu abuela no esta en casa?
—Sí, pero debe estar dormida o algo así… además entrare por la ventana de la cocina.
—Como diga, señorita.
Caminamos así por todas las calles. La gente nos miraba con curiosidad, no por que no estuviéramos en la escuela por que las personas ya estaban acostumbradas a vernos fuera, era una mirada diferente que me hizo sentir traicionera. A Brooke le gustaba y yo andaba abrazada a él y definitivamente no quería apartarme.
Así como no quise tardarme cuando me escabullí por la ventana de mi casa como una ladrona y pasé a hurtadillas por el corredor, subí las escaleras y alcancé a ver a la abuela viendo una de esas cursis novelas en la sala de estar. Abrí mi habitación y busqué lo mas rápido que pude mi disfraz de La Novia Cadáver.
Me lo puse en un pispás, busqué mis botas Demonia en mi armario y me quité el lápiz labial negro y me pinté los labios tan blancos como el resto de mi piel. Y me puse algo que sólo me ponía en las ocasiones realmente especiales, una gargantilla de cuero negro con una llave en forma de murciélago. Tenía un aspecto espeluznante cuando me vi al espejo.
Bajé de nuevo cuidando mis pasos mientras mi abuela lloraba en el sofá por la muerte del estúpido protagonista. Me aguanté la risa hasta que salí a trompicones por la ventana.
—Cásate conmigo, Moon Darlington—encontré a Dimitri arrodillado frente a mí con expresión socarrona—Vámonos a vivir a un lugar apartado del inframundo. Tortúrame, ¡pero no me dejes!
—Eso no tiene sentido.
—Lo sé—se levantó y limpió su uniforme—Junte el dialogo de un par de películas.
—No se nota para nada… uh, eres ridículo.

Contra todo pensamiento traicionero que había tenido antes, Dimitri y yo habíamos pasado la mañana juntos de un modo muy amistoso… tanto que no me gustó.
¿Por qué los chicos son tan imbéciles? Cuando no quieres nada con ellos van detrás de ti y cuando quieres pasar de amiga se comportan como un hermano mayor… O tal vez sólo eran idiotas insensibles.
Y después de un dorkathon de Mi Bella Genio en casa de Brooke, salimos a dar un paseo con nuestros disfraces.
Lo sé, fue ridículo y aburrido. Uno de esos momentos en los que realmente desearías tener un arma cargada para matar el televisor… y no todos los días se quiere matar a un televisor.
Lastima que el arma de Dimitri fuera de las verdaderamente antiguas y no se pudiera cargar con balas. ¿De donde diablos iba a sacar plomo para cargar esa cosa?
Ah, sí, olvidaba mencionar que he tenido cumpleaños aburrido y este. Peo prefería aburrirme con mis amigos que aburrirme en casa con mi abuela loca.
No quería ir a la estúpida cena, ni siquiera me necesitarían allí, quería perderme por ahí y quedarme toda la noche fuera. No quería lidiar con mi familia, y aunque no se lo dijera a nadie, me sentía fatal por que sabia que a mi hermano de seguro le darían una motocicleta y a mi terminarían regalándome un cupón para un corte de cabello y una manicura.
Los chicos de los orfanatos tenían suerte. Si los habían dejado abandonados de seguro era por que sus padres eran iguales a los míos, y si era así, deberían estar felices por no conocerlos. Me hubiera gustado jamás haber conocido a mi madre, de seguro nuestras vidas serian mejore si no estuviéramos en la vida de la otra.
¿Y si tuviera otra madre? Me refiero a una buena madre. Una con la que pudiera hablar, que me quisiera y se ocupara de mí en la forma en la que cualquier madre lo haría. No pedía devoción como lo hacia Dustin, pedía algo de atención, pero nadie parecía percatarse de eso.
En el fondo sabia que esa era la razón por la que me metía e problemas todo el tiempo. Se suponía que Anne debía de prestar atención al «comportamiento irracional de su hija» como decía el psicólogo de la escuela. Se suponía que ella debía preocuparse por mis bajas notas, las acusaciones de los maestros y la problemática del director.
¿Qué se le va hacer? Cada uno tenía lo que se merecía en la vida… Entonces yo debí haber sido Hitler.
La noche llegó pronto y antes de que me diera cuenta era hora de ir a casa. Dimitri y Brooke me acompañaron; creo que Brooke se paso un poco, porque comenzó a caminar como loca para que yo llegara pronto y poderse quedar a solas con Dimitri.
Dustin tenia su disfraz de Charles Chaplin—ridículo—y Eros el de Dracula. Mamá y el tonto de medio tiempo iban perfectamente vestidos, no disfrazados, iban muy elegantes para Halloween. O tal vez había decidido disfrazarse de bufones.
Rodé mis ojos y me subí al auto antes de que cualquiera lo hiciera.
—Pensé que todos nos disfrazaríamos—le dijo Eros a su padre.
—Son unos amargados—opinó Dustin.
Me quedé callada y esperé a que Eros se subiera para abrazarlo. Después se subió Dustin y se quitó su sombrero para saludarme a la manera antigua.
—Te ves como todos los días—me dijo, le sonreí.
—Gracias, adoro verme como un fantasma—él lo tomó en broma pero yo hablaba en serio esta vez.
Creí que seria una sorpresa agradable, pero como me supuse, fuimos a uno de los lugares favoritos de Dustin, un restaurante Chino a las afueras de la ciudad. A mi ni siquiera me gustaba la comida china, pero como al niño le encantaba.
Sigo con mi teoría, de algún modo somos de padres distintos… no sé como, pero no podría creer que nuestro padre es el mismo y que somos realmente parientes.
Todos se nos quedaron viendo cuando entramos. Otra vez, estaba acostumbrada, me miraban cuando vestía de negro, me miraban cuando estaba disfrazada, me miraban por que si y por que no, y no eran la clase de miradas que a una chica de mi escuela le hubiera gustado tener.
Me senté a regañadientes en la mesa junto a Dustin. ¿Y que hice durante la cena? Jugar con la comida. ¿Puede haber algo más depresivo que un cumpleaños fatal? No, no hay nada peor.
Pero… seamos positivos, hay gente a la que le va peor…. Sí, engáñate a ti misma.

Apartando el hecho de que no me gusta la comida china, la cena había resultando ser todo un desastre.
Había pasado toda mi vida siendo ignorada, pero lo que habían hecho hoy era realmente el culmen.
¿Qué acaso no saben que tengo algo llamado sentimientos? Y ahora estaban más que heridos. ¡No era justo! Yo quería algo que pudiera durarme por toda la eternidad, pero esto era ridículo.
Dustin no paraba de sonreír sospesando en su mano las llaves de su nuevo auto mientras yo observaba los insípidos aretes de obsidiana de mi bisabuela, que ahora, por desgracia eran míos.
Miré de reojo el arroz chino de mi plato y después a mi madre, que le sonreía a mi hermano, al igual que el resto del planeta. Me sentía tan decepcionada que casi podía llorar… casi.
Piensa positivo, de nuevo, puedes vender los aretes y comprarte algo bonito ¡Y a quien le importa si mamá se enoja por eso! Yo ya estaba bastante enojada por que mi regalo valía quinientos dólares y el de mi hermano tal vez más de diez mil.
—Tienes que obtener tu permiso primero—le dijo Gerard, como si le importara que lo condujera sin permiso, don perfecto jamás se metía en problemas—No queremos que se lo lleven a los patios.
— ¡Claro que no! —casi gritó mi hermano, todo el restaurante se dio la vuelta—Iré a solicitar el permiso ahora mismo.
— ¿No vas a decir nada, Moon? —me preguntó Anne.
Enarqué una ceja sin levantar la vista.
— ¿No te gustaron? Son una herencia familiar.
—Son geniales—dije con sarcasmo, ella no lo notó, como si eso se me hiciese extraño.
—Póntelos—me ordenó.
Suspiré y me quité mis aretes lentamente para ponerme los viejos/nuevos de la bisabuela.
Eran tan aburridos que podía morir.
—Te ves preciosa—me dijo sin emoción.
Claro. De seguro que unos aretes hacen milagros para revivir a una chica muerta. Que mas quisiera que estar muerta; seria genial ser un fantasma y hacerle bromas a Dustin, llenar de grafiti su nuevo auto, destruir la agencia de viajes de Gerard, romper las lámparas de lava de Clarease y atormentar a mamá hasta la locura.
Lastima que sólo llevo un disfraz de muerta.
Me levanté de la mesa de inmediato, como pensaba el único que se preocupo fue Eros, pero le sonreí y el continuó comiendo.
Caminé por el restaurante atrayendo la mirada de todos.
—Váyanse al infierno—les dije a los de la ultima mesa antes de salir de allí.
No pude evitar ver el Chevy negro al lado de nuestro auto con el estúpido lazo rojo en una de las ventanas tintadas.
Respiré profundo para calmarme antes de hacer algo estúpido y salí de allí lo mas rápido que pude correr—las botas de combate no son buenas para eso y mucho menos con vestido largo—.
Esquivé a los niños… sí, como si me hubiera tomado el tiempo para hacer eso. Más bien empujé a unos cuantos y otros se apartaron de mi camino. Las calles estaban repletas de Frankensteins, hombres lobos, vampiros y Homeros Simpsons.
Decidí que todos se veían ridículos, o por lo menos la mayoría de ellos. Halloween podía ser un sueño, dependiendo del lugar donde estuviera, y sabía perfectamente donde me sentiría cómoda y olvidara mi cumpleaños.
Corrí por la calle que se suponía debía estar abandonada como todos los días, pero que hoy estaba repleta de adolecentes idiotas hasta llegar al gran e imponente portón de hierro desde donde se veían las tumbas serpenteantes entre los arboles.
Las gárgolas me miraron por unos segundos y después comprendieron lo que venia a buscar y parecieron aprobarlo. Me fijé en la gente que veía como escalaba habilidosamente en portón, es uno de mis talentos.
El cementerio de lo que yo llamaba Weirdville había sido construido como en 1800, y había algunos mausoleos dignos de admirar, pero hoy me apetecía lago más que mirar.
Caminé por el ya familiar caminó de grises y mohosas lapidas, a través de los sauces llorones y las rosas secas. No pude resistirme a tomar un par de rosas rojas muertas.
Debía verme como un fantasma, ahora hablo enserio. Con el vestido blanco manchado y hecho jirones, el velo roto sobre el pálido rostro y las rosas muertas. Si alguien me veía se llevaría un buen susto. Ojala entrara Keith.
A lo lejos alcancé a ver el mausoleo de la familia Bell, no sabia quienes habían sido, pero por la ostentosidad del monumento supuse que debieron ser asquerosamente ricos.
Me acerqué a la puerta metálica del mausoleo, en los límites del cementerio. Me encantaba estar aquí, pero jamás había pasado mas allá de la tumba de Jerry McGraw, que era la ultima que podía verse entre los arboles del bosque contiguo.
Siempre me había preguntado porque nadie compraba un pedazo de ese bosque para hacer un centro comercial, como ya había hecho antes en otras partes. No es que me gustara que acabasen con algo tan hermoso, pero aquí siempre se pensaba en el progreso y jamás se detenían a mirar algo antes de tomar una decisión como demolerlo.
Allí no había paredes ni portones. Nada. Las tumbas se perdían entre los altos y frondosos arboles y desparecían en la fatal oscuridad.
Me hubiera gustado tener el suficiente espíritu de aventura para entrar allí y perderme. Pero no tenia eso… ni un fabuloso sentido de ubicación.
Pero hoy era diferente. El bosque me llamaba y yo no podía resistirme. Quería hacer mas cosas antes de perderme allí, pero era demasiado insistente.
—Te dejare para después—le dije al mausoleo y comencé a caminar hacia el bosque.
Sé que no fue mi mejor idea, pero no estaba pensando claramente.
Me aventuré entre la poderosa oscuridad, no podía ver ni mis manos cuando me adentré en la penumbra, pero podía sentir la niebla y su amenazante pero confortable frio.
De pronto comencé a sentir algo frio en mi cuello. ¡Maldición! Cuando me toqué no había nada, me giré para ver si había alguien siguiéndome, nadie. Cuando continué caminado el tacto frio volvió.
Mi corazón latió con fuerza, era lo único que podía escucharse, como si quisiera de pronto salirse de mi pecho.
Contra toda lógica continúe caminando, con el tacto frio en mi cuello. Sí, lo sé, estoy loca y tal vez necesite terapia.
Observé a través de la penumbra una figura. Era una persona, pude notarlo incluso con la poca luz de la luna. Estaba de pie frente a mí, inmóvil.
El frio me abrazó de nuevo, esta vez con dureza. No era agradable como antes, era sofocante, terrible.
Me mantuve tan inmóvil como aquella persona. Tengo que reconocer que era mas por miedo que por frio.
Observé atentamente a la delgada y alta persona, sabia que ella estaba haciendo lo mismo conmigo, sentía su penetrante mirada taladrándome desde lo lejos.
Y entonces se movió. Cayó de rodillas al suelo y aló sus largos cabellos para después omitir un grito tan espeluznante que me heló la sangre. Era peor que en una película de terror, nunca hubiera podido imaginarme algo tan horrendo como eso. Era de dolor, de eso estuve segura.
La niebla se hizo más espesa a medida que la mujer gritaba a todo pulmón. Apenas podía ver los arboles que habían a mi alrededor, pero podía ver la figura en el suelo tan desesperada como aterradora.
Entonces pude verla con claridad, un rayo ilumino su rostro por unos segundos. Era más pálida que yo, y eso es ya decir mucho. El tatuaje en forma de espinas de su cuello resplandecía con una extraña mescla de atracción y temor. Sus ropas rasgadas y blancas estaban llenas de sangre y polvo. Pero eso no era nada comparado con lo demás, su rostro, perfecto y aterrador, hermoso y amedrentador, relucía en la oscuridad enmarcado por sus cabellos tan negros como la misma noche, sus perpetuos labios fruncidos en aquella mueca de dolor y sus ojos demoniacos lloraban sangre por su misma perdida.
Quería correr, lo juro, quería salir de allí lo mas rápido que pudiera, pero me quedé allí, escuchando y viendo, sin poder mover ni el mas ínfimo musculo de mi congelado cuerpo.
La angustia sustituyó por un segundo al miedo. Sentía su angustia a través de la niebla que me consumía cada vez más rápido. Pude oír más allá de sus desamparados gritos la petición de salvación. ¿Qué podía hacer yo con eso? ¿Por qué me lo pedía a mí?
—N… no… no puedo—respondí con la voz trémula.
Ella volvió a gritar llena de dolor.
La entendí de nuevo.
— ¿Que puedo hacer? —me esforcé por susurrar. Esta vez no hubo respuesta y sus gritos se detuvieron.
Se levantó lentamente del suelo, creí que caminaría hasta donde yo estaba, pensé que vendría y me sacaría de mi cuerpo para volver a la vida. Pero se quedó inmóvil de nuevo, con sus ojos empapados en sangre, mirando a través del color carmesí.
Mi cuerpo ser descongeló poco a poco y pude mover mis pies, me hubiera gustado a la velocidad de la luz, pero tuve que conformarme con la velocidad de una chica patosa muerta de miedo que apenas podía ver los arboles que tenia en frente.
Traté de seguir el camino de vuelta. Llena de pánico busqué la salida de los arboles, pero eso era lo único que podía ver, arboles.
Ok, ahora entendía por que nadie compraba el terreno… y no los culpaba por no hacerlo.
Me caí un par de veces, por lo menos pude levantarme y continuar. No podía con la imagen de quedarme en el suelo demasiado tiempo y que ella llegara de nuevo con algún propósito mas macabro.
Quería gritar de alegría cuando me tropecé con la tumba de Jerry, lo hubiera besado de no haber estado muerto. Entonces me apresure a través de las tumbas… ¿Qué acaso estaba declarado que este era mi día de mala suerte?
Me tropecé—como si eso fuera algo raro—y caí de bruces en una tumba. Me di un buen porrazo en la cabeza y empecé a gritar sin poderme levantar para salir. Decir que estaba completamente aterrada era quedarse corto. Grité con todas mis fuerzas, pero de seguro la gente creería que había sido un fantasma.
Estaba en shock, no hay que ser un genio para darse cuenta. Hundí los dedos en la tierra con fuerza y grité de nuevo sin poder levantarme.
Nadie te dijo que vineras, me reprendí a mi misma, nadie te dijo que te metieras al cementerio, nadie te dijo que entraras la bosque.
Sentí las lagrimas resalándose por mis mejillas, apenas y era consiente de eso. No podía dejar de gritar y mirar la hierba que sobresalía en el hoyo en el que estaba.
—Cálmate, aun no tiene tu nombre—la voz familiar de Dimitri no me calmó ni un poco, seguí gritando como una loca.
Él asomó su cabeza para verme y después saltó a la tumba. Me tomó en sus brazos y me sacó de allí. Cuando lo hizo, dejé de gritar.
—Tranquila—salió del hoyo y se arrodilló junto a mi para acariciar mi cabello—Todo esta bien, ya estas fuera.
Ay, sí, como si le tuviera miedo a una tumba… Ya sé, estaba gritando por que caí en una, pero la mujer y esto combinados podían hacer enloquecer a cualquiera de un modo que nadie podía imaginarse.
—Ya paso, Moon.
Fui consiente de eso. Estábamos solos, no había ningún fantasma pirado pidiendo ayuda.
Él me sentó en el suelo y me abrazó con fuerza. Eso si me hizo sentir mejor, me sentí protegida. Escondí el rostro en su pecho y pensé en cosas positivas… bueno, intenté hacerlo, pero la imagen de la diabólica mujer no desaparecía de mi cabeza.
De pronto me di cuenta de que aun estábamos en su territorio. El cementerio es para los muertos, y ella definitivamente estaba muerta, mientras siguiéramos aquí corríamos peligro, ella podía aparecer a saciar su sed se vida en cualquier momento.
—Dimitri—susurré entre sollozos.
—Ya paso, etas bien, estoy contigo—repetía acariciando como loco mi cabello.
— ¡Hay que salir de aquí! —casi grité. Esperaba que se entendiera, con los sollozos y el miedo y el nudo en la garganta.
—Ya va, Moon, tienes que tranquilizarte—me dio un beso en la coronilla—Respira, muñequita, tienes que calmarte.
— ¡¿Qué no lo entiendes?! ¡Hay que salir! —me revolví entre sus brazos y logré ponerme de pie. Él me siguió de inmediato, tal vez creía que iba a caerme o a gritar como antes, pero en vez de eso salí corriendo con él pisándome los talones.
¡Que día más normal! Aunque debo decir que no todos los días tienes la oportunidad de ver algo así… bueno, no todos los días estas en peligro de que un muerto te robe la vida.
Pensando tal vez con las rodillas, trepé el portón de hierro y salté a la calle tan rápido que ni siquiera fui consiente de eso y me alejé de voladas del cementerio.
Y todo iba perfectamente bien hasta que Dimitri me tomó del brazo y me hizo detenerme.
— ¿Qué es lo que te pasa?—me frunció el ceño, parecía mas un niño rabioso, como si no hablara enserio.
—Nada.
—Tu jamás lloras, ¿acaso no recuerdas que es para empollones?
Mierda, de verdad estaba llorando.
—Es… una reacción refleja.
— ¿Refleja a que?
Miré hacia atrás ni siquiera me había dado tiempo para alejarme suficiente del cementerio.
Hey, espera, Dimitri tenia razón, yo no era una débil empollona, yo no podía llorar, ¿desde cuando Moon Darlington le teme a los fantasmas?
Respiré profundo un par de veces y me limpié el rostro con el dorso de mi mano.
—No pasa nada, ¿vale? —lo miré a los ojos, decidida a pasar todo eso por alto—Y esto se queda entre nosotros.

2 comentarios:

  1. wow... pues empiezo con esta historia la vida de moon no es como desearia pero q bueno que tiene a eros!!! seguire leyendo espero pronto ponerme al corriente con al historia

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  2. El negro y el rojo me estan mareando xD Lo seguire leyendo mañana, y ya sabes, promete que leeras el mio ¬¬

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