Lo juró, lo intenté, por dos largas semanas, pero no podía seguir suponiendo que podía soportarlo. No podía fingir una fortaleza que no poseía. Por mas que lo odiase, tenía que alimentarme.
Sentía que mi garganta iba a estallar en llamas en cualquier momento, era sed, necesitaba sangre, no podía dejar que la sed siguiera consumiéndome, necesitaba sangre en ese mismo instante, pero… no quería matar de nuevo.
Pero la sed se arremolinaba en mi cabeza como una nube carmesí, no podía ni siquiera pensar con claridad. No podía pensar en nada más que no fuese sangre.
Miré el cielo como si este me fuese a dar una respuesta… o fuese a comenzar a llover sangre, eso hubiese sido más que conveniente. Me abracé las rodillas con mis brazos y traté de no pensar en ello, de olvidar la quemazón de mi garganta.
Raiquen estaba frente a mí, recostado en una de las paredes del castillo, evitaba mirarme, había evitado hacerlo en las últimas dos semanas, era como si hubiese olvidado que yo existía. Sentía que así era mejor, así que yo también evitaba mirarlo, pero a veces simplemente no podía, como en ese momento, se le veía contrariado, pero no podía saber por que, y se suponía que no debía interesarme.
No había tenido demasiado tiempo para estar con Eleazar, él había estado en algunas reuniones del concejo, todas sobre el cazador que se había escapado y sobre la información que podía tener. Habían planeado una estrategia de defensa, pero era inútil cuando ni siquiera sabían si iban a atacar. Eldor no tenia visiones de ello, y aquello a algunos les preocupaba y a otros les aliviaba. Yo no sabia que pensar en ese sentido, después de todo, tenían la información.
Aunque, claro, habían reforzado la seguridad, habían creado a unos cuantos Sunners mas y algunos guardias patrullaban constantemente de noche, todos estaban preparados aunque no hubiese visión alguna.
Bueno, ahora sólo podía pensar en tres palabras: alimentación, sed, sangre. Y había otra aparte de esas, una que aun quedaba en mi lado bueno: asesinato, algo que definitivamente no quería cometer.
Suspiré y volví a mirar a Raiquen, sólo se había movido un centímetro exacto para mirar lo que me pareció una lechuza.
Entonces, pude ver por una de las ventanas a Ife, por lo menos ya no estaba enojada por lo de Eleazar, pero tampoco me hablaba, ni a Eleazar. Ambos habíamos quedado, entonces, de dejarla hacer lo que ella quisiera si aquello no nos afectaba.
Él era mejor de lo que hubiese imaginado. No podría describirlo, era… casi perfecto. no era el mejor de todos, pero era todo lo que quería y siempre había querido. Aunque, mis expectativas nunca habían sido tan altas como para esperar a alguien como Eleazar y…
Un extraño sonido hizo que me sobresaltase, las cosas estaban demasiado tranquilas como para escuchar un rugido como ese, si es que era un rugido. Nunca lo había escuchado aquí, y si que había escuchado peleas en sólo dos semanas.
Me levanté y miré el bosque, tratando de ver que había producido aquel rugido, pero estaba lejos de mi campo de visión. Suspiré y caminé hasta el castillo, tenía un mal presentimiento.
Entré, nadie me miraba ahora, ya no era una novedad, y todos aquí perdían el interés demasiado rápido. Recogí un poco la falda de mi largo vestido y subí las escaleras de voladas, me había memorizado el camino hasta el gran salón que siempre estaba ocupado por Eldor y Eleazar, ellos siempre estaban juntos, a veces veía a Eldor como una clase de abuelo.
Irrumpí en el salón sin tocar, ellos dejaron de hablar de inmediato y miraron con reproche… hasta que vieron que era yo. Resultaba conveniente ser la consentida del castillo. Nunca había sido consentida en ninguna parte… Ah, cuanto daría por tener a Dustin allí y restregarle mi triunfo en la cara, pero eso hubiese hecho que lo mataran y…
—Te ves alterada, hija, ¿sucedió algo? ¿alguien te hizo daño? —sobre decir que Eldor le decía hija e hijo a todos, llevaba una cuenta, me había dicho hija mas veces que Eleazar.
—Puf, si alguien se hubiese acercado a mi lo hubiese estampillado contra un árbol—Eleazar puso los ojos en blanco, estaba comenzando a desesperarse—Sólo no vayan a decir que estoy paranoica por todo lo que han dicho, por que no lo estoy, y tampoco estoy tan loca como para andar oyendo cosas.
—Un rugido, creo. Fue extraño, no podría decir que uno de los nuestros produjese un rugido como ese, a menos que… ¿los vampiros podemos tener gripe? Por que si es así no tiene chiste ser vampiro.
—¿Crees que podrías darme algo de beber sin decirme que tuvo un rostro? No sé, tal vez alguien que se haya aplicado una crema que borrase las imperfecciones del rostro y haya terminado llevándose toda su cara, sólo… Tengo sed.
Uy, la sed no dejaba pensar con claridad, es más, no dejaba hablar con claridad. Eleazar enarcó una ceja.
—O puedes arrancarle la cabeza…—le di una opción mas practica—Cualquier cosa que no tenga ojos acusadores basta para mi.
—Pues… yo iba a decir que podrías arrancarle el rostro con una cuchara, pero esa también es una buena idea.
¡¿Por qué diablos no podía tomarme en serio?! Yo tenía sed, y no quería sentirme culpable, ¿era demasiado pedir un humano que hubiese nacido sin cabeza?
Eldor perdió el equilibrio por un momento, nos hizo salir a ambos de nuestras cavilaciones. Eleazar le ayudó, sosteniéndolo.
No tuve que esperar demasiado por una respuesta. El rugido volvió a escucharse, retumbando en las paredes del gran salón seguido por un profundo y escalofriante aullido.
Miré hacia la puerta, y escuché unos gritos desesperados, no podía confundir esos gritos, eran los gritos de los nuestros, combinados con aquellos aullidos y algunos gritos humanos.
Miré la puerta sin saber que hacer, después lo miré a él y a Eldor. Un golpe horrendo hizo que saliera de mi ensoñación y obedecí.
No era tan estúpida como para salir por la puerta, así que corrí hasta la ventana del salón y la rompí con mi brazo.
¡Era el pandemónium ahí afuera! Filas y filas de licántropos corrían hacia el castillo, sin contar aquella cantidad desmesura de humanos armados que veían hacia nosotros.
Bien, ahora la puerta no sonaba una mala opción. Atravesé el salón lo más rápido que pude y miré a Eleazar antes de salir, él asintió con el rostro desfigurado por el dolor. Me cubrí el rostro con la capucha de mi capa y abrí la puerta de par en par.
El alboroto aun no había llegado hasta este pasillo, tenia vía libre para huir, pero tendría que pensarlo bien, algo difícil contando con la sed. Bajé las escaleras como un rayo y recorrí otro pasillo antes de escuchar aquellos rugidos y gritos cerca. Me oculté tras una pared y traté de ver mis posibilidades de huida.
Los licántropos avanzaban rápido, desmembrando a los de mi clase con sus enormes colmillos y arrancándoles la cabeza con sus afiladas garras. Los humanos disparaban unas enormes ballestas, y antes de lanzarlas las flechas, les prendían llamas. No sólo estaban incendiando el castillo, estaban atravesando a los vampiros con ellas, matándolos en menos de diez segundos.
Me recosté en la pared pensando en como salir de allí, los licántropos estaban cerca, y las flechas pasaban frente a mí hasta chocarse contra las paredes de piedra. Debía encontrar una ventana, y pronto.
Desande el pasillo y entré por una puerta, nunca había estado allí, pero que mas daba. La puerta me abrió paso a otro pasillo, más estrecho y oscuro que el anterior, por suerte aun podía verlo todo. Recorrí aquel pasillo rápidamente, escuché como los cazadores tomaban el pasillo en el que yo había estado y rogué por que no cruzaran aquella puerta. El pasillo me guió hacia otro, y otro, hasta que me topé con unas escaleras. Dudé, pero algo me hizo tomar la iniciativa de subirlas, el estruendo que produjo la puerta al caer.
¡Maldito castillo! ¿Mil veces maldito! No era más que un laberinto, ¿cómo podía aspirar escapar de allí antes de que los cazadores me mataran? Era una misión que había fallado sin siquiera comenzar, pero no iba a rendirme justo en ese momento, el instinto de supervivencia era mas grande.
Pude notar que no corrí tan rápido como las primeras noches después de beber sangre. Estaba perdiendo mi agilidad y mi fuerza por eso, no tenia oportunidad.
Me saboreé los labios pensando en su sangre, y me detuve. Si iba a morir, por lo menos lo haría con el estomago lleno.
Me oculté en una curva del pasillo y esperé, el factor sorpresa estaba de mi lado. El cazador se adentró en el pasillo lentamente. Por suerte, no tan lento como para hacerme esperar. Llegó hasta el punto donde se curvaba el pasillo y tragó saliva antes de continuar, estaba demasiado oscuro como para que me viera, pero yo podía verlo a él.
Cruzó aquel umbral sosteniendo la ballesta en una mano y un precario encendedor en la otra. Sonreí para mis adentro y capté el deliciosos olor de su sangre antes de lanzarme sobre él. Arrojé la ballesta de un golpe hacia la pared, destruyéndola por completa. No le di tiempo de gritar, mordí su cuello antes de lo que me esperaba y tapé su boca con una mano, sosteniendo su cintura con la otra.
Me estremecí ante el placer que me produjo aquella tibieza en mi frio cuerpo, resbalándose por mi garganta, llenándome de vida.
Aquella nube carmesí que antes había estado en mi mente se había transformado en un rio de delicioso placer.
Y como antes, terminó mas rápido de lo que esperaba. ¿Por qué tenían que morir tan pronto? Su sangre estuvo menos tibia cuando expiró, pero no dejé de beber hasta que su cuerpo estuvo seco.
Dejé caer el cuerpo y me limpié la boca con un trozo de su cazadora. Ahora a eso se reducía aquel hombre, a una servilleta. Lo que antes había sido un platillo tan delicioso… lastima que no tuviese un litro mas de sangre que disfrutar.
Entonces fui consiente de lo que pasaba a mi alrededor, este cazador no había estado solo. Había un chico con él, y mas que un chico, era mi chico.
Podría reconocer aquel rostro en cualquier lugar. Aquella palidez tan humana, aquellos ojos verdes tan profundos y amables—ahora llenos de miedo e indecisión—, esos suaves labios blancos por el terror, esa recta y perfecta nariz, ese rostro que tanto quería. Pude vislumbrarla entonces, en su cuello, una pequeña marca con una extraña forma, la marca del cazador.
¿pero que hacia el ahí? Él no podía estar ahí, simplemente no podía. Estaba en peligro, podían matarlo en cualquier momento. Yo pude haberlo matado. Tan sólo una confusión, un error de cálculos, una mala coordinación de movimientos pudo haber hecho que saltara sobre él y no sobre aquel hombre.
Estaba tan diferente, no parecía él, empezando por su peinado, ahora parecía más… normal, y su cabellos había crecido un poco, lo suficiente como para caer sobre su frente hasta casi cubrir sus ojos.
Levantó la ballesta, apuntándome, con los dedos trémulos trató de prenderle fuego a la flecha con su encendedor, pero no pudo, estaba demasiado nervioso.
Entonces, me di cuenta de que tenía el rostro cubierto por la capucha. Dejé que esta se resbalara hasta dejar que él viese quien era.
Los ruidos de la batalla que se libraba mitigaban un poco el sonido discorde de su corazón y su respiración desenfrenada.
Supuse que aquel sentimiento que Anne me había profesado se había instaurado en él. Después de todo, se había vuelto un cazador, y yo era su enemiga, nada mas y nada menos que una asesina que acababa de matar a alguien frente a sus ojos. Tenía motivos para odiarme.
—Teníamos un mapa en la guarida—me dijo, tratando de ocultar sus nervios y su miedo—Sé donde hay una salida.
—¿No me odias? —le pregunté sintiendo como mi corazón se encogía. Él lo dudó, lo que hizo que me sintiera peor.
—Digamos que en este momento no estoy muy orgulloso de lo que hiciste, pero sabia lo que eras desde que peleaste con aquel maldito en mi habitación.
Se adelantó por el pasillo corriendo, lo que para mi era muy lento en ese momento. Yo caminaba y él corría.
Bajamos algunas escaleras lo mas deprisa que él pudo, que no era muy deprisa. Podía ori desde donde estaba el desmembramiento de algunos de los míos, tragué saliva al pensar que uno de aquellos desgraciados podría ser Eleazar. Y entonces recordé que Lenneth podría estar allí.
Me lamenté de mi mala suerte. Tenía a Dimitri conmigo, pero ellos seguían ahí afuera, podían estar muertos ya.
Comprendí la magnitud de mis palabras, ¡tenia a Dimitri conmigo! ¡Él de verdad estaba allí! Podía sentir la calidez de su mano sosteniendo la mía, podía verlo correr delante de mi, podía capturar el delicioso olor de su sangre. ¡Estaba conmigo!
Llegamos a un gran salón, completamente vacio si descontamos las arañas y la ratas. Estaba muy oscuro para él, era un salón redondo, sin nada mas que bichos… y una ventana.
Dimitri parecía muy seguro de a donde iba, aunque sabia que no podía ver nada. Dejé de caminar en ese instante, sabiéndome mas fuerte que él, y retuve su mano.
—Trató de matar mi primer vampiro—aquellas palabras me dieron escalofríos, jamás lo había oído hablar en un tono tan sombrío—Después de que te presentaste en mi casa Algernon apareció en mi vida. Me reclutó, me ha entrenado durante estas semanas, quiere que sea el mejor, y dijo que hoy seria mi prueba final, la noche sobre todas las noches, cuando finalmente me convertiría en un cazador real. Se supone que seria la noche en la que matara mi primer vampiro… y en lugar de eso me encuentro a mi mejor amiga clavándole los dientes a mi compañero.
—Tenia sed—me excusé sabiendo que eso no me iba a servir de nada—No podía aguantar mas sin beber algo.
—Lo siento. Y, debo decir que me causa la misma repugnancia el hecho de que vengas a matar a uno de los míos.
—Lo han sido desde que naci—noté que había hablado un poquito mas de la cuenta. Desde donde estábamos no se oía nada, ni siquiera para un oído tan desarrollado como el mío, parecía como si nos hubiésemos transportado a otro castillo—Uno de ellos es mi verdadero padre, Dimitri, se llama Eleazar. Así que esto es lo que he sido siempre.
—Eleazar tuvo un romance con una de los tuyos… bueno, algo así. Él se enamoró de una licantropa llamada Lenneth, y Dustin y yo somos sus hijos. Pero, mis genes están cargados con una mayor cantidad de genes vampíricos, y los de Dustin de genes licántropos. Aquella noche en la cripta, Bastet sólo adelantó el proceso unos años.
—No te odio—él también se acercó un paso—No puedo decir nada frente a eso, Moon, porque esto también es lo que he sido siempre. Mi madre también era una cazadora, y mi padre es el líder de todos ellos. Mi madre se retiro para cuidarme y se fue a vivir con el can cazador del norte, pero era hora de que me uniera al grupo, así que Algernon fue por mi. Lo que no puedo creer es que Lenneth…
—Sí, ella lidera a los licántropos. Somos del mismo grupo, pero nos regimos por lideres diferentes, si ella dice no a un orden de Algernon, entonces todos los licántropos lo harán. Si ella decide atacar por la izquierda, lo harán, no importa si Algernon hubiese dicho que atacasen por la derecha.
—Vaya—pensé en ello por un segundo. La sangre de los líderes corría por mis venas, mi padre era un miembro del concejo de 12 y mi madre la líder de los licántropos. No me podía quejar.
—Supuse que siempre habías tenido que ver con esto cuando me enteré de que Anne es prima de Lenneth, y que ella también perteneció a la orden.
Lo miré a los ojos por un instante, aquello no significaba nada para él, como no lo había significado para mi.
Adelanté un paso mas y no pude evitar darle un abrazo… me jacté en el hecho de que fue correspondido.
En ese momento no existió nada mas, todos ahí arriba habían desaparecido para mi. Sólo importaba Dimitri, sólo estaba Dimitri, era lo único que podía sentir, y en lo único que podía pensar.
—Estaba aterrorizado en ese momento, ¿crees que pude ver algo? —sabia que lo había visto todo, sólo quería hacerme sentir bien—Eso no importa, debía suponerlo, después de todo, de eso te alimentas ahora.
—No hablare mas de ello si no quieres—me dijo adivinando mis pensamientos—Pero… debemos hablar de otra cosa.
—¿Quieres callarte? —me pidió en tono dulce—Yo… llevo años tratando de hacer esto, y quiero que lo sepas en caso de que algo nos llegue a pasar.
—Cállate, Moon—me tomó suavemente por la barbilla e hizo que le mirara, ¿acaso podía él ver algo aquí? —He sido un cobarde, un patético cobarde todo este tiempo. Y sé que no es el mejor momento, sé que es idiota de mi parte decirlo ahora, pero te juro que es la única forma en la que podría llegar al otro lado y descansar en paz. Moon, yo... —fue como si se atorara con las palabras. Ay, iba tan bien, porque… yo sabia lo que seguía, pero necesitaba escucharlo, necesitaba que lo dijera, así como antes había necesitado beber algo de sangre, ahora necesitaba ori aquellas palabras—Yo…¿ya te dije que soy un idiota?
Respiré profundo tratando de no gritarle que me dijera de una vez lo que quería oír. Jamás había visto a Dimitri de esa manera, pero ahora todo encajaba en mi cabeza, todo estaba claro.
El por que de haber sido mi mejor amigo, el por que de sus miradas, el por que de su sobre agradable compañía, el por que de sus continuas sonrisas… Ahora cada pieza encajaba en el puzle, y mas aun, sabía el porque de mis rabietas cuando el me fallaba en una invitación, el por que de mis excusas cuando había sabido que le gustaba a Brooke, el por que de mi mal humor cuando llegaba la hora de ir cada uno a su propia casa…
Aquellas palabras tuvieron un sentido para mí que jamás habían tenido. Siempre había pensado en el amor como aquel estúpido pensamiento que hacia a las personas mas idiotas y volvía millonarios a a aquellos que hacían estúpidas tarjetas de corazones para San Valentín. Pero ahora lo entendía, no era cursi ni ridículo, simplemente era lo mas genial que había sentido jamás.
—Sí, creo que ya dije eso… Además no creo que necesite decirte lo idiota que soy, cualquiera con un par de ojos se daría cuenta… Es sólo que yo… bueno… la cosa es que…yo siempre… bueno, siempre no, pero… yo…—tomó una gran bocanada de aire y cerró los ojos con fuerza—Te amo.
Me mordí el labio tratando de contener mi emoción, pero no podía. Aquella palabra era más deliciosa que la sangre. Sonaba mejor que la más fantástica y armoniosa de las melodías.
—Yo…—oh, así que eso se sentía. Con razón había sido tan difícil para él decirlo. Bien, no iba a tardar tanto—Yo también te amo.
Abrió los ojos de repente, como si le hubiesen dado un golpe en el estomago, me reconforté en la idea de que había sido un golpe de los buenos.
Entonces otra de mis fantásticas ideas surcó mi mente. Él no iba a tomar la iniciativa, y yo quería probar. Así que me puse de puntitas para alcanzar su rostro.
—Te amo más de lo que crees—susurré. Su corazón parecía querer salirse de su pecho, y su respiración se volvía más frenética a cada segundo.
Ese maldito sonido. El rugido gutural de lo que supuse un licántropo me sacó de mi ensueño. Dimitri y yo nos separamos y él señaló la ventana.
Reconsideré aquella idea y… tenía razón. No era lo suficientemente idiota como para quedarme allí. Sí, podía entender aquello que motivaba a la gente de las novelas de la abuela para quedarse hasta la muerte… pero no iba a cometer una idiotez tan grande.
El rugido se hizo más fuerte, podía escuchar aquellas poderosas pisadas por las escaleras, seguidas por unas más tenues. Él señaló la ventana con la barbilla y salí corriendo hasta ella.
Trepé por la pared, hundiendo mis dedos en las fisuras de los adoquines hasta llegar a la venta, no tuve que romperla para salir, me asomé cuando estuve afuera, habíamos estado en algo como un sótano. Dimitri miró al licántropo y señaló las escaleras.
Le di una última mirada por la ventana y me levanté de un brinco. El olor a azufre era insoportable, el calor del fuego que se alzaba en el castillo comenzaba a molestarme, y los gritos y rugidos se hacían cada vez más fuertes.
Me apresuré hasta el bosque cubriendo mi rostro con la capucha, tendría suerte si me confundían con una cazadora. Miré el castillo cuando estuve en la linde del boque, el fuego comenzaba a alzarse por encima de la edificación, podía ver a algunos vampiros saltando desde los últimos pisos, pero siendo interceptados por los licántropos o las flechas de los humanos en el camino. Podía ver como estallaban en llamas cuando estas los alcanzaban, los gritos eran aterradores.
Se sumí en las sombras para ver la destrucción del castillo, aunque aspiraba también ver salir a Dimitri, Eleazar y Eldor en cualquier momento. Pero no lo hicieron.
Entonces no pude esperar mas, me di la vuelta y encaré los arboles para huir, no podía quedarme haciendo falsas ilusiones, ¿y si ya estaban muertos? Debía superarlo, debía estar preparada para ver morir gente, después de todo, era inmortal.
Los arboles parecían volverse una pared negra cuando pasaba cerca de ellos. El suelo estaba lleno de lodo, pero no podía hundirme en él, iba tan rápido que parecía volar a través del bosque.
Bien, en algún momento había odiado el castillo, y se merecía estar en llamas, pero no todas las personas que estaban allí. Incluso llegué a sentir compasión por Raiquen. Pero no, no podía pensar en eso, todos estaban muertos y punto.
Ahora si podía ver mi vida cayendo de bruces a mis pies, todos muertos eran palabras que no quería escuchar.
Entonces pude sentir aquellas garras presionando mi espalda con rudeza. Tropecé por el peso y caímos al suelo dando vueltas.
Un gritó ahogado se escapó de mis labios cuando sentí aquel calor emanando de esos malditos colmillos hundidos en mi piel. Quería golpearlo para que se bajara de mi espalda y dejara de morderme, pero no podía, aquel peso excedía mi control y la mordida… ¡Diablos, la mordida! Era un dolor insoportable.
El licántropo rugió y enterró sus dientes en mi otro hombro. Otro aullido de dolor se escapó de mi boca. Jamás había sentido algo así, ¡era horrible! lo mas horrible que había sentido en mi vida, o muerte, o lo que fuera.
Me di cuenta de que las mordidas habían inmovilizado mis brazos. Ahora no sólo ellos estaban muertos, ahora yo estaba muerta.
Otro rugido irrumpió entre las sombras. El licántropo se bajó de mi espalda, pude presentir quien estaba detrás de mí y me sentí extrañamente aliviada. Era Eleazar, lo supe, no tenia que olerlo para saber que estaba allí, su presencia simplemente me hacia sentir mejor.
El licántropo le ladró con ira y él rigió. No pude ver que estaba pasando, pero no tenía que ser un genio para saberlo, y daba gracias por que no lo era; estaban peleando. No podría confundir esos estridentes sonidos de batalla.
Pero todo se detuvo abruptamente. El rugido del licántropo fue diferente esta vez, extraño, mas de lo que eran. Y entonces el rugido se convirtió en el grito de una mujer, combinados con mis gritos de dolor.
Tuve a Eleazar a mi lado en menos de un segundo, no estaba herido. Aunque eso no era del todo un alivio, no con las dos mordidas quemándome por dentro.
—No te preocupes, hija, todo esta bien—me susurró poniendo sus heladas manos en mis heridas. En lugar de ser un alivio para la profunda quemazón, fue peor, dolía mas, mucho, mucho mas. Mis aullidos se hicieron mas fuertes y penetrantes—¡Quédate quieta! —,me rugió, no me había dado cuenta de que me estaba moviendo compulsivamente en el suelo por el dolor. Eleazar apretó sus manos más fuerte y me hizo gritar de nuevo.
Pero fue diferente a partir de ese momento, el dolor y la quemazón comenzaron a extinguirse, y en menos de dos minutos, no sentía nada.
Pude levantarme sin quejarme, el dolor estaba completamente extinto, miré a Eleazar a modo de agradecimiento y después me volví para ver a la licantropa que me había mordido.
Me quedé mirándola con la boca abierta. Era hermosa, pero más que hermosa, sabía quien era. Sus suaves y largos cabellos color carmesí, sus preciosos ojos turquesa, su palidez fantasmal.
Miré a Lenneth de pie en la oscuridad. Como aquel fantasma de rojos cabellos que aparecía en mi memoria, aquella mujer que siempre había soñado, aquel fantasma de mi imaginación al que siempre quise llamar madre.
wooow, sorprendente :O primera vez que me paso por aqui pero me sorprendiste, amo como escribes :D y eso que no soy muy fan de los libros de vampiros, este si que me ha gustado! jaja solo me lei este capitulo y aun no entiendo muy bien la historia, pero me leere los demas :I (Dimitri que tierno)
ResponderEliminarYa te sigo :)si quieres te puedes pasar por el mio :D
http://ballerinabrokendreams.blogspot.com/
Xoxo ;)