jueves, 18 de noviembre de 2010

Capitulo 8



  Solté su mano de inmediato. Su helada sangre se resbalaba por mi garganta. No podía dar crédito a lo que acababa de ver, no podía ni siquiera pensar con claridad. Todo mi mundo se vino abajo en un santiamén, todo en lo que creía, cada cosa que llamaba verdad, todo cayó a mis pies.
  —Perdóname—me dijo Eleazar con una mirada suplicante—Lo hice por su seguridad. Yo… preferiría morir a saberlos muertos.
  Retrocedí casi corriendo, sin pensar, sólo corrí hasta la puerta y la abrí de un tirón.
  Sentí unos pasos detrás de mí que sólo lograron que fuera más rápido. No miré a nadie en el pasillo, me dediqué a caminar lo más rápido que pude, hasta encontrar la puerta de salida.
  Miré a los dos guardias que estaban custodiando esa puerta y no pude evitar pensar en los dos que Eleazar había matado para que ella pudiera escapar.
  Había tantas cosas revoloteando en mi cabeza. Ya era bastante con saber que era una asesina por naturaleza, pero enterarme de la existencia de los licántropos, de que los cazadores de verdad existían y no era una invención de Raiquen para matar a Dimitri, saber que los vampiros también pueden caminar de día… Saber que era un monstruo más horripilante de lo que creía.
  Una hibrida. No podía borrar esa palabra de mi cabeza. Una hibrida. La sangre de ambas bestias corría por mis venas y era aun más temible que cualquiera de ellas. Una hibrida. Era ambos monstruos y ninguno a la vez. Hibrida.
  Pero, aquello no me dolía tanto como comprender el motivo del rechazo de Anne. Claro, ella había sido una cazadora, yo era una vampiresa, o por lo menos algo muy cercano a una. Ella me odiaba por ser el monstruo al que había perseguido durante tantos años.
  Podía hacer mis hipótesis del porque Gerard también me odiaba, tal vez presentía que yo era de una naturaleza peor a la de mi hermano, tal vez por eso siempre había tratado de alejar a mi hermanito Eros de mi.
  Pero lo que Gerard pensara o no me tenía sin cuidado. Era un monstruo, mucho peor que un muerto viviente. Anne siempre me había despreciado por ese detalle, había descargado toda su frustración por no poder cazarme como el animal que supuse ella creía que era.
  Y pensar en aquella mujer, Lenneth, pensar que ella era mi… madre.
  Y Eleazar…
  No podía pensar en eso. Siempre había pensado que Anne era mi madre, por mas mala que fuese conmigo, sin importar las veces que me había ignorado, sin importar las veces en las que se había sacrificado por mi hermano y me había dejado a mi esperando en un rincón, sin importar cuantas veces me había menospreciado, eso no me importaba, ella era mi madre…
 Corrí hasta alcanzar los arboles y me refugié en la oscuridad que me proporcionaban. Era horrible aquello que sentía, era como si mi corazón se rompiera en miles de pedazos, pero, ¿podía un corazón sin vida romperse en pedazos?
  Me cubrí el rostro con las manos y traté de olvidar todo lo que había visto en los recuerdos de Eleazar. No quería ver esas imágenes de nuevo, pero no podía sacarlas de mi cabeza, por más que lo intentaba.
  —¿Te sucede algo? —preguntó aquella voz perfecta y familiar. Levanté la mirada, todo estaba nublado por una extraña nube carmesí. Vi que Raiquen se alteró de inmediato—Jamás había visto algo así.
  No le presté mucha atención. Me miré las manos con atentamente, llenas de sangre, ¿de dónde había salido tanta sangre? Pero, en menos de un minuto lo comprendí… si podíamos llorar.
  Comencé a sollozar con fuerza y Raiquen se lanzó a abrazarme sin pensarlo.
  Era increíble. De todas las chicas del planeta, ¿por qué tenía que ser yo? ¿Por qué tenía yo que sobrellevar algo como eso? ¿Por qué tendría yo que enfrentarme con una verdad que antes hubiera querido oír y que ahora me causaba tanto daño?
  Por primera vez en mi vida, desee ser como las otras chicas. Hubiera dado cualquier cosa por ser como ellas, ser normal, ser humana. Tener una vida como la de ellas, con dos padres verdaderos, con tantos amigos que perdiera la cuenta de cuantos eran, con chicos a montón detrás de mí uniforme de porrista, sin un libro en mi haber, sin preocuparme por el mañana. Por primera vez en mi vida quería ser aquello que siempre había odiado, pero ahora sus vidas no parecían tan malas, parecían perfectas. ¡Y yo quería una de esas vidas perfectas!
  Tampoco quería un padre, no quería una madre nueva, quería a mi vieja madre, quería estar con ella, quería estar en casa jugando con Eros, peleando con Dustin, sacándole la lengua a Gerard, pero por sobre todas las cosas, quería  ser humana. Con todas mis fuerzas desee ser normal.
  Odié profundamente lo que era ahora, ¿o debería decir lo que siempre había sido? Odié cada piedra de este maldito castillo, odié cada persona dentro de él, odié mi maldita y desastrosa suerte, incluso, me odiaba a mi misma por ser lo suficientemente estúpida como para buscarme esta maldita vida antes de tiempo.
  Raiquen me apretó fuerte contra su pecho, su delicioso olor logró tranquilizarme un poco. Sentía las rojas lágrimas resbalándose por mis mejillas, manchando su blanca camisa.
  No podría decir cuánto tiempo estuvimos allí, inmóviles. Supe que había amanecido por la tenue luz que pude vislumbrar en algún momento en el que abrí los ojos, también supe que había salido el sol por el repentino mareo que sentí, no sabía si agradecer estar bajo la sombra de un árbol o maldecir el no poder volverme cenizas.
  Entonces, supe que había atardecido, porque la luz había disminuido considerablemente, y no nos habíamos movido. Y la verdad, no quería que nos moviéramos, necesitaba desesperadamente ese abrazo, necesitaba sentir que algo era real en mi vida, y ese abrazo se me hacía bastante real.
  Un gritó agudo y penetrante me sobresaltó de pronto. Raiquen también se sobresaltó, pero se negó a soltarme. Observe su camisa ensangrentada y supuse que mi rostro debía estar igual. Él me miró preocupado e inquisitivo.
  —¿Te sientes mejor? —me preguntó examinando mi rostro. No podía sentirme mejor, pero por lo menos estaba más calmada. Asentí con la cabeza—A veces puedo hacer algunas cosas que Fathon puede hacer, sé que el gen ha perdido firmeza con mi generación, pero puedo hacer cosas. Él controla a la gente, lee la mente y a veces puede ver el futuro. Algo particular, Eldor hace las mismas cosas pero en un grado más alto. Yo, a veces puedo leer las mentes, y pude ver qué fue lo que te ocurrió, y sé que no estás mejor.
  Genial, justo en este momento le daba a su antena receptora por percibir señales desde mi cerebro.
  Lo miré a los ojos. Los suyos eran profundos y hermosos, podría perderme en aquellos ojos y sentirme mejor.
  El grito se repitió, esta vez más fuerte y agudo. Raiquen miró en la dirección en la que provenía, lleno de curiosidad.
  Me soltó en ese instante, me sentí desprotegida y sola sin su abrazo, casi a punto de desfallecer. Después, se quitó su ensangrentada camisa, no puedo decir que estaba lo suficientemente perdida como para no notar que tenía un cuerpo increíble. Con las partes limpias de su camisa limpió delicadamente mi rostro, hasta que supuse, estuvo limpió, tomó su abrigo y se lo puso cerrando los botones, me pasó el brazo por la cintura y me condujo en la dirección de los gritos.
  ¿Pero qué diablos estaba pasando conmigo? ¿Acaso no había querido siempre una nueva vida? ¿No había querido siempre otra familia? ¿No había querido un padre? ¿No había querido otra madre? ¿No había querido salir de Weirdville? ¿No había querido dejar atrás todo lo que me rodeaba y comenzar de cero? Ahora tenía lo que siempre había querido, ¿y me quejaba de ello?
  Sí, Anne me había criado, pero, ¿de qué forma cuando lo único que le había importado había sido Dustin? Así, que, ¿de verdad podía considerarla una madre? No lo había parecido jamás, ella me odiaba por lo que era, y eso se reducía a que, podría ser la madre de Dustin, pero jamás llegaría a ser mi madre.
  Entonces, ¿por qué no darle una oportunidad a Eleazar y Lenneth? ¿Por qué llorar? ¿Por qué no podía aceptar mi destino? Si, era difícil, pero tenía que hacerlo, tendría que aceptar lo que era algún día, así como había aceptado ser partícipe del asesinato de la pequeña.
  Me estremecí llena de culpa. Pero fue una extraña culpa, había algo en ella que me hacía sentir… como una asesina de nuevo. Una horrible quemazón en mi garganta, como si me hubiese tragado un lanzallamas, estaba ardiendo por dentro.
  Finalmente, llegamos al lugar de los gritos. Raiquen me miró y yo no pude dejar de devolverle la mirada. Sus ojos eran tranquilizadores pero había un toque de angustia en ellos.
  Miré al lugar de procedencia de los gritos.
  Dos hombres, supuse que eran Sunners por las vividas imágenes de los recuerdos de Eleazar, sostenían a una mujer por los brazos. La mujer gritaba y se contorsionaba para librarse de su presa, pero era imposible hacerlo, y los gritos parecían resultar sólo una pérdida de tiempo. Había mucha gente ahí afuera, supuse que los gritos habían llamado la atención de todos. Y entre aquella multitud pude ver a Eldor, frente a la mujer, con seis mujeres y seis hombres detrás de él, uno de ellos era Eleazar.
  —Traición—susurró Eldor y todo quedo sumido en un repentino silencio, incluso la mujer dejo de gritar—Uno de los crímenes más censurables entre nosotros—sentí la autoridad emanando de la boca de Eldor, y entendí porque todos se habían quedado en silencio—Sabes lo que eso significa, ¿verdad?
  La mujer agachó la cabeza en señal de arrepentimiento, pero hasta yo me daba cuenta de que su arrepentimiento sólo le duraría hasta que aquellos hombres la dejaran libre.
  —¿Y el cazador? —preguntó Eldor a los dos hombres. No pude evitar mirar a Raiquen de reojo y recordar cuando había acusado a Dimitri de ser un cazador.
  Dimitri, ¿cómo estaría él? De seguro no muy bien después de mi aparición, pero… Fathon, Bastet, Aleth y Kek seguían en América, y eso era preocupante, Dimitri no era más que un humano, y, ¿cómo podría un humano defenderse de 4 sanguinarios y feroces vampiros?
  —Nos encargamos de él, mi señor, pero había dos de ellos y uno se escapó—respondió uno de los Sunners con humildad. Eldor hizo una mueca y después miró a la mujer.
  —La pena que dicta el concejo es clara—continuó Eldor—Muerte.
  Entonces se dio la vuelta, él y los hombres y las mujeres que lo seguían, y se introdujeron todos juntos en el castillo. Uno de los hombres sostuvo a la mujer, quien grito llena de pánico y desesperación mientras el otro se posaba frente a ella, tomó su rostro en sus manos y con un fuerte movimiento e arrancó la cabeza. El cuerpo de la mujer cayó a un lado, mientras el hombre que lo sostenía sacaba un encendedor y prendía fuego al cuerpo. Un humo negro y espeso se levantó de inmediato, olía a azufre, era repugnante. Cuando el cuerpo estuvo a punto de calcinarse por completo, el hombre arrojó la cabeza al fuego.
  La multitud se dispersó rápido a partir de ese momento, supuse que era porque ya no había nada más interesante que ver.
  —¿Estas bien? —me preguntó Raiquen, con la mirada fija en las llamas.
  —Sí—suspiré y seguí el rumbo de su mirada.
  El humo se hizo cada vez más denso. Me daba la impresión de que, a pesar de haberle arrancado la cabeza a mujer, no iba a dejar de sentir dolor. Era muy distinto a cuando habían incinerado el cuerpo de la niña, los vampiros eran inmortales, y supuse que aquella sensación sólo venia por esa simple palabra: inmortales.
  —Deberíamos entrar—dijo Raiquen, la angustia se notaba en su voz—Dijeron que había dos cazadores, y que habían matado uno—suspiró—No tardaran mucho en venir por nosotros.
  —¿Quiénes? —le exigí sin moverme ni un centímetro.
  —Los cazadores.
  —¿Quieres explicarme? —fue mas una demanda que una petición.
  —Los Sunners descubrieron a esa mujer hablando con un par de cazadores. Pude ver que uno se encargó de la mujer, y el otro tomó el trabajo de encargarse de los cazadores, pero sabes que ellos tienen muchas tácticas, y distraer o matar a un Sunner es más sencillo que matarnos a nosotros, así que uno de los cazadores utilizó lagunas artimañas y se escapó mientras el Sunner mataba a su compañero. Hace mucho tiempo no había alguien acusado de traición con pruebas tan fehacientes, aquí tratamos de cuidarnos los unos a los otros, pero al parecer no todos tenemos esa filosofía. Los Sunners iban a matar a la mujer en ese mismo instante, pero no podían actuar sin la orden de Eldor, así que la trajeron hasta aquí, aunque sabían que la sentencia iba a ser de muerte. El caso es que, un cazador se escapó, y no sabemos cuanto pudo haberle dicho aquella mujer, corremos peligro.
  Suspiró y me miró para comenzar a caminar, pero no me moví, había algo más que me moría por saber.
  —¿Raiquen?
  —¿Sí?
  —Fathon es tu padre, y Eldor tu abuelo, ¿cómo es que eso puede ocurrir si las vampiresas no podemos tener hijos?
  —Buena pregunta. Una muy buena diría yo—se plantó frente a mí y me tomó de la mano. Me miró directamente a los ojos, parecía sincero, respiró profundo y se preparó para responder—También somos híbridos.
  Su respuesta me tomó por sorpresa. No sé que esperaba oír, tal vez que había algunas vampiresas que si podían tener hijos,  cualquier cosa parecida, pero, ¿híbridos?
   —Somos mitad humanos, mitad vampiros. Por eso no somos considerados vampiros de sangre real, como Eldor, ni tenemos marcas que lo comprueben. Pero, aun así, somos tan vampiros como cualquiera, el gen es más… Mmm…. ¿cómo decirlo?... es más poderoso en Eldor, así que teóricamente, Fathon es un vampiro completo. Conmigo es diferente, el gen se debilitó por las dos mezclas con humanos, así que no soy un vampiro completo, en realidad, soy algo muy parecido a ti.
  Sentí cierta clase de empatía, no estaba sola, o por lo menos no tanto como creía.
  —Vaya—fue lo único que atiné a decir. Jamás me hubiese imaginado algo así en el momento que lo vi por primera vez. Es más, en ese momento ni siquiera me hubiese imaginado poder tener una conversación con él sin que Aleth se interpusiera—¿Qué pasara con Aleth?
  —No lo sé. No pienso volver para casarme con ella, eso es seguro, y no creo que ella venga sin que los demás vuelvan. Por mi todos pueden irse al diablo.
  —¿Sabes porque vi a Bastet antes de sacarlos de la cripta? —necesitaba depositar unas cuantas de mis preguntas sobre alguien, antes de que otra persona tuviera que contestarme algunas cosas que realmente quería saber.
  —Ella posee algo que no merece poseer. Algunos de los nuestros tienen una conexión con aquello que me gusta llamar el mundo de los espíritus, puede entrar en él cuando quiere, y puede convocar a cualquier alma. De ahí el hecho de que sintieras la presencia de la pequeña en la sala de estar antes de que Eleazar llegara, ella quería molestarte, quería que te sintieras culpable.
  —¿Y la marca del cazador? —dije con un estremecimiento de odio, no iba a olvidar así de fácil lo que casi le hace a Dimitri. Ahora me sentía estúpida por haber llorado frente a él. Me sentía estúpida por tomar todo aquello de esa forma, ahora tenía lo que siempre había querido, y eso era lo único que importaba.
  —Es una pequeña marca de nacimiento en el cuello, cerca del hombro derecho. Es muy pequeña como para que un humano pueda notarla.
  —Supongo que debería decir gracias por tu ayuda, pero tú también puedes irte al diablo.
  Comencé a caminar hacia el castillo, lejos del humo y de él.
  —¡¿Qué?! —llegó hasta mi más rápido de lo que hubiera predicho, me tomó del brazo y me hizo girar para verlo—Creí que ahora éramos amigo. Después de aquella mentira que le dije a Fathon para que él no…
  —Eso no remedia el hecho de que casi matas a mi mejor amigo. Tampoco me hace sentir mejor respecto a que estas comprometido con Aleth, ni borra de mi memoria aquellas miradas de odio que me dirigías cuando salí del ataúd o cuando me viste en la sala de estar antes de salir a alimentarnos.
  Un pequeño rugido se escapó de su pecho, sonreí.
  —¿Qué diablos sucede contigo? Creí que eso estaba olvidado, sólo estaba furioso porque no me dejaste acabar con el cazador. Y en cuanto lo demás, ¿no se supone que deberías ser mi amiga después de todo lo que hice por ti?
  —Púdrete.
  Hice que soltara mi brazo y salí corriendo lo más rápido que pude hasta el castillo. Él se quedó donde estaba, con las manos en puños y tragándose su ira.
  Lo había entendido en tan poco tiempo, aquí nadie era amigo de nadie, y si él me había ayudado, debía haber algo detrás de eso. No me importaba si fuese bueno o malo lo que quería, sólo no iba a ser parte de eso.
  Era igual a Fathon, él me había elegido, quería ser mi tutor, pero, ¿a qué precio? O Bastet, me había pedido ayuda desesperadamente para después matar a Keith.
  Tenía dos buenos ejemplos, y no iba a dejarme engañar de nuevo. Aquí no podía confiar ni en mi propia sombra.
  Además, ahora sabía ciertas cosas de este mundo gracias a los recuerdos de Eleazar, como que los ataúdes sólo se utilizan cuando se está el lugares que no están bien protegidos por la luz solar. Y por suerte, el castillo lo estaba.
  Algunos vampiros me miraron cuando entré, les saqué la lengua a todos como una niña de cinco años. Una de ellas sofocó una risita.
  La miré atentamente, escrutando los rostros de aquellos antipáticos vampiros. La reconocí al instante. Era alta y hermosa—claro, ¿quién no era hermoso aquí? —sus cabellos negros caían como una cascada oscura hasta su cintura, era totalmente pálida, sus ojos eran de un extraño color rojo.
  Ife, la hermana de Eleazar. ¿Debería llamarla tía?
  —¡Ife! —grité para llamar su atención. Los vampiros que estaban delante de ella abrieron paso. Ella ando con aires señoriales, su vestido de color sangre parecía deslizarse por el suelo como si ella estuviese flotando. Con tanta elegancia y gracilidad…
  —¿Sí? —respondió con una hermosa voz. Una perfecta mezcla de rudeza, amabilidad y dulzura.
  Tragué saliva. ¿Por qué diablos la había llamado si no sabía que decirle? Bien, debía inventar algo bueno, ahora, sólo… no vayas a decir algo estúpido.
  —Eleazar me lo contó todo—sí, eso era bueno.
  Ella me miró algo sorprendida, pero de inmediato relajó su expresión para no levantar sospechas.
  —¿Qué fue lo que te dijo, exactamente? —exigió hablando en susurros apenas perceptibles.
  —Lenneth—aquella palabra lo dijo todo.
  Ella respiró profundo y me tomó por el brazo como si fuésemos amigas de toda la vida. No me quejé y la seguí por aquellos pasillos oscuros, hasta que llegamos a uno completamente vacío. Subimos las escaleras del fondo y llegamos a otro pasillo desierto.
  Comenzaba a impacientarme, no quería caminar, quería respuestas, y las quería en ese mismo instante.
  Después de recorrer tres pasillos más, entramos en una pomposa habitación. También reconocí esa habitación, de nuevo, por los recuerdos de Eleazar.
  Él estaba viendo por la ventana, aquí no había vidrios en las ventanas, era madera, por donde no podía entrar ni siquiera la luz del sol. Pero, en los pasillos había unos gruesos vitrales de colores, superpuestos, supuse que eran vidrios especiales, ya que en los recuerdos de Eleazar el sol no podía entrar.
  —Eleazar—susurró Lenneth. Él no se volvió—¿Qué tanto le dijiste?
  —Todo lo que merece saber—dijo él sin apartar la vista de aquello que estaba mirando, supuse que era el humo que emanaba el cuerpo calcinado de la mujer, podía oler a azufre desde aquí.
  —Eleazar—rugió ella. Me soltó el brazo y se acercó a él. Lo hizo volverse para que la mirara, pero él sólo me miraba a mí—¿Por qué diablos le dijiste?
  —Porque es su derecho saberlo, Ife. ¿Qué querías? ¿Qué  pasara su vida sin saber que Anne no es su madre? ¿Y qué si Bastet no la hubiese transformado a destiempo? ¿Querías que se quedara en América pensando que se estaba volviendo un monstruo, mirando a todos sus amigos como si fuesen alimentos, viendo como todos crecían exceptuándola, viendo como todos mueren, sin entender nada?
  —Eso hubiese sido diferente, Eleazar, hubiésemos tenido que ir por ella, ayudarla en el cambio, pero…
  —¿Qué hay de diferente, Ife? Si le ibas a contar en ese momento, ¿qué diferencia supone que lo haya hecho ahora? Iba a saberlo algún día. No entiendo porque te pones así.
  —Por que no es el momento. Recuerda que Eldor estaba dispuesto a intervenir por ti ante el concejo cuando el tiempo se aproximara, ellos podrían aceptarla. Pero, cuando ellos noté que huele… a perro, la mataran.
  —No hay diferencia, Ife, no hay diferencia entre el ahora y el mañana, ella ya lo sabe, y punto. No hay nada que puedas hacer, y… ¡ella no huele a perro!… es una vampiresa, no lo notaran. Además, tenemos la coartada perfecta, Bastet la transformó.
  Sonreí de forma burlona al darme cuenta de que ella se había quedado sin que decir para defender su punto.
  Bien, era el momento. Si iba a aceptar eso como una chica madura, debía empezar en ese mismo instante… o saltar por la venta y salir corriendo hasta que alguno de ellos me detuviera en la mitad del bosque.
  —Papá—susurré, aquella palabra se quedó atorada en mi garganta, atragantándome, jamás la había usado antes—Padre—aquella fue más legible.
   Él me miró con los ojos desorbitados por la sorpresa. Ni siquiera yo me esperaba haber dicho aquello.
  Ife se alejó de él, mirándome con la misma expresión. Yo no me inmuté, traté de mantener una expresión serena, como si nada de eso me importara. Aunque en realidad estaba muriéndome por una respuesta, algo que me dijera que no había metido la pata por primera vez en mi vida.
  Eleazar dio un paso hacia delante.
  ¿Y ahora qué? Yo no tenía ningún plan respecto a eso. Entonces, como no tenía ningún plan, hice lo primero que se cruzó por mi mente. Atravesé a habitación como un rayo y me planté frente a él, estiré mis brazos sin pensarlo y envolví su cintura con ellos.
  Me sentía tan pequeña a su lado, como si fuese una niña de nuevo. Se sentía… bien. Jamás me había sentido así.
  Vi por el rabillo del ojo como Ife se alejaba echando humo… o era el humo de la mujer que estaban quemando. Había notado que estaba comenzando a meterse por la ventana. Salió dando un portazo que retumbó por todas partes, pero no me importaba, nunca me había sentido tan… feliz en mi vida.
  Me retiré un poco para poder verlo, sonreía… Vaya, nunca había visto una sonrisa más gratificante.
  —¿No me odias? —me preguntó.
  —No… odié esto—señalé mi cuerpo con una mano—Odié todo lo que era, pero ahora no me importa. Creí que nunca podría aceptarlos, creí que no podría sacar a Anne del concepto de madre, pero, por mí ¡que se vaya al diablo! Eso era lo que pensaba sobre mí, y eso es lo que ahora pienso sobre ella.
  Bien, retiró lo que dije antes, si podía confiar en alguien aquí. Y como podía confiar en él…
  —¿Qué es la marca del cazador?
  —Creí que me preguntarías acerca de tu madre… o de mi.
  —Quiero saberlo.
  —Es aquello que distingue a un cazador humano de los demás humanos. ¿Por qué?
  —Y… ¿si un cazador no sabe que lo es?
  —Lo reclutaran, tarde o temprano.
  —¿Entonces, sólo una línea de sangre puede pertenecer a los cazadores?
  —Sólo los descendientes del padre Abdón—¿de un padre? Él leyó la pregunta en mi mirada—Los cazadores estaban en un principio regidos por la iglesia, todos sus métodos se basaban en las cosas sagradas, como agua bendita y crucifijos, pero hubo un grupo de ellos que se dio cuenta de que sus métodos eran absurdos e inservibles porque los nuestros no desentienden de los infiernos como se creía entonces, sólo somos producto de una enfermedad cuyo gen mutó a través de varias generaciones que la poseyeron, hasta convertir a su portador en una raza diferente a los humanos. Aquellos cazadores revolucionarios fueron regidos por el padre Abdón, él y los suyos fueron excomulgados por herejes, y tuvieron que esconderse bastante tiempo, estuvieron escondidos muchos años antes de que la iglesia se olvidara de ellos. En ese tiempo el ex padre Abdón se enamoró de una mujer, y sus descendientes directos y los de sus aliados más cercanos son aquellos que poseen la marca del cazador. Años después se desarrollaron los licántropos, y los cazadores de la iglesia comenzaron a perseguirlos creyendo que eran los hijos del que algunos llaman Lucifer. Pero los cazadores regidos por Abdón fueron más inteligentes, y se dieron cuenta de que otro gen los había afectado, pero, a diferencia de nosotros, no necesitan de la sangra humana, pueden alimentarse de cualquier animal, y eso fue lo que motivo a los cazadores de Abdón a unírseles.
  —Lo siento—lo miré a los ojos, ya tenía mucha información sobre lo que era Dimitri, y tenía claro que era yo, sólo me restaba hacer las cosas lo mejor posible—Tu si debes odiarme, yo… lamento arruinar el momento con esas estúpidas preguntas y… lamento haberme ido sin una explicación.
  —No la necesitas, Moon, ya sabes todo lo que deberías saber.
  —Aun no sé cómo se conocieron tú y… mamá—fue extraño, muy extraño pronunciar esa palabra refriéndome a una completa desconocida, pero era mejor decirle mamá a una desconocida y no a alguien como Anne.
  —Fue en batalla. Hace años, cientos. Tardamos mucho en volvernos a ver y olvidar las implicaciones que traía… bueno, todo esto. Fathon la hirió, tanto que cambió a su forma humana, estaba muriéndose, y Fathon estaba a punto de terminar de matarla. Por suerte pude ver su esencia, ver que no era mala, y me enfrenté contra Fathon. Él es fuerte, pero, no hay que ser un genio para saber que el ser más ágil sirve, sobre todo cuando había un licántropo detrás de él. El licántropo lo atacó, y Fathon se distrajo tratando de controlarlo, así que tomé a la mujer en mis brazos y me escapé con ella hasta una vieja posada en la ciudad. La mantuve allí por un tiempo, hasta que se despertó, si no hubiese tenido los huesos rotos me hubiese matado en ese mismo instante, pero le expliqué todo lo que había pasado, y le juré lealtad, así que ella dejó que la cuidase, pero no sin bajar la guardia. Pasaron sesenta años antes de que nos volviésemos a ver, para ese tiempo Fathon yacía en la cripta, él se había ido a América donde había mayor cantidad de presas, pero en ese tiempo también habían mas cazadores; Lenneth y yo nos vimos en las mismas condiciones, en batalla. Y de batalla en batalla pudimos vernos por muchos años, hasta que le propuse hablar en privado, y ambos nos escapamos una noche… Así fue como comenzó todo este embrollo.
  —Embrollo—repetí con remordimiento. Así que yo era un embrollo, un error.
  —No quise decir eso. Los quiero, a tu hermano y a ti, y no los cambiaría por nada, es sólo que… temó por ustedes. Ustedes corren peligro aquí y en cualquier lugar, y, cuando Lenneth y yo nos veíamos furtivamente era absolutamente peligroso. Fue arriesgado, y llegó incluso a ser estúpido.
   Me solté de su abrazo y miré por la ventana, el humo había desaparecido casi por completo, al igual que el fuego, podía ver desde allí las cenizas del cuerpo de la mujer.
  —Fue aun más estúpido negarte a estar con ella y con nosotros. Ya habías roto bastantes reglas, ¿qué más daba romper otra más?
  —Si hubiera roto aquella regla, estaríamos muertos.
  Apreté el marco de la ventana con mis manos, tan fuerte que las astillas quedaron en mis manos y el marco quedó con las marcas de mis dedos. Uff, la ventana no iba a cerrar después de eso.
  —Pero hubiéramos muerto juntos… parece una buena manera de pasar al otro lado.
  Él suspiró, como si yo no quisiera ver algo demasiado obvio, pero no me importaba. ¡Nada me importaba!
  Miré atentamente el fuego, podía entrever la figura de aquella mujer alzándose entre las sombras.

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