lunes, 21 de febrero de 2011

Nightfall, capitulo 1---- Halloween

Hola gente! aqui esta el capitulo la de a historia contada desde el punto de vista de Dimitri. Espero que les guste.....



  Me sentí deprimido al instante, porque no había algo más deprimente que el instituto.
  No sólo era una institución gubernamental regida por seres que se creían superiores, sino que también, era completamente aburrida.
  Era como estar parado en el lugar más aburrido del planeta tedio… y eso se quedaba corto en clase de Algebra.
  Por lo menos hoy sería un día medianamente interesante. Octubre 31. Todos iban disfrazados, incluso yo… pero, había algo más que me gustaba de ese día en particular.
  Era el cumpleaños de Moon, el único día del año en que podía decirle lo hermosa que era sin que me llamara imbécil.
  La esperé algo alejado del aparcamiento para verla llegar sin que ella me viese a mí. Lo sé, es patético, pero yo era patético en ese sentido, pero sobretodo, un cobarde. Ella me gustaba, no había que ser un genio para darse cuenta, y había sido de esa forma siempre, pero jamás había reunido el valor para decírselo. Estaba condenado a ser su mejor amigo por el resto de mi inútil y patética vida.
  Se bajó de su auto vestida como usualmente lo hacía, pero claro, no tuve tiempo para fijarme mucho en su ropa, porque su rostro era sencillamente irresistible. 
  Era la chica más hermosa del instituto, todos lo sabían, pero era gótica, y eso le quitaba el encanto a los ojos de los otros chicos.
  Para mí era un ángel, un raro y hermoso ángel. Su cabello largo y de un hermoso y extraño color sangre, sus ojos eran igualmente extraños, su ojo derecho era de un lindo e intenso turquesa, y su ojo izquierdo de un raro y llamativo amatista; y su rostro, ah, su rostro, su perfecto, hermoso y pálido rostro. Era pequeña y sus facciones finas. Lo que más me gustaba, solamente por no haberlo probado, eran sus perfectos labios siempre envueltos por una fina capa de lápiz labial negro.
  Parecía distraída—¡que novedad! —y, durante ese periodo, se chocó con Keith, mi Némesis desde tercer grado. Había tantas razones para odiarlo, la primera de ellas: era un ricachón pretencioso y cabeza hueca, la segunda: me había atacado con cientos de balones jugando a las quemadas desde tercer año, la tercera: le gustaba Moon, y ese sólo era el comienzo de una larga lista de más de veinte razones. Pero la tercera, esa sí que me molestaba como ninguna otra.
  El estado de humor de ella cambió de inmediato; conocía esa expresión a la perfección, ya que, tenía el mismo sentimiento que ella, ambos queríamos darle a Keith una patada, ella sonrió sarcásticamente y se alejó de él.
  —¡Feliz cumpleaños! —por su expresión, deduje que yo estaba más entusiasmado que ella.
  —¿Quieres gritarlo mas fuerte? Creo que no te oyeron en ¡Australia!
  —Uh, de haber sabido que estabas malhumorada no te hubiera traído esto—y lo caro que me costó.
  Dejé mi mochila en el suelo para buscar su regalo.
  —Sabes que no tienes por qué comprarme nada.
  —Tú siempre me das regalos geniales en mi cumpleaños—le tendí aquella la caja verde—Así que yo también quiero darte algo bonito.
  Me daría un balazo con la escopeta que traía si no le gustaba. Había gastado buena parte de mis ahorros en el obsequio, y el resto de ellos en los pasajes hasta Seattle para ir por él. Pero el regalo sería algo importante, no sabía cómo, pero pensaba declarármele si le gustaba, y tragarme mis palabras si no.
  Su rostro se iluminó con una perfecta sonrisa, sus ojos brillaron de excitación. No supe si sentirme triste o feliz, le había gustado, así que no había perdido mi dinero, pero tendría que decirle todo.
  Y ahí estaba el gran problema, ¡ella era totalmente impredecible! Podía responderme que también le gustaba, o que me fuera al diablo, o podía reírse en mi cara, o irse sin darle importancia al asunto, o cualquier otra de sus dementes ideas.
  — ¡Es genial! ¡Me encanta!
  — ¿De verdad?
  — ¡Pues claro! —dejó su nueva patineta en el suelo y me dio un gran abrazo.
  Y yo… claro que se lo devolví. Me encantaban sus abrazos.
  —Me aplastas, Moon—pero me negué a soltarla. Esperaba que ella notara el tono sarcástico de mi voz. No quería que aquel abrazo terminara, por mi hubiese podido estallar la tercera guerra mundial y yo podría seguir abrazándola.
  —Lo siento—aquella sonrisita hizo que mereciera la pena el que dejara de abrazarme— ¿Dónde compras una de estas? Jamás había visto un board tan… inusual.
  —Mi primo tiene una tienda de sakates en Seattle y le hice un pedido especial. Tardo un mes en hacerla.
  Y si que habían sido meses. Cuatro para ser exactos, pero él tenía muchos pedidos, y aquel era algo que jamás había escuchado, un board en forma de ataúd. 
  —Así que rechacé tu invitación el sábado para poder ir a recoger el board en la casa de mi tío—me excusé por haber hecho que se enojara, odiaba que ella se enojara conmigo, y la había hecho enojar bastante.
  —De haber sabido eso no me hubiera enojado contigo—hizo un lindo pucherito
  — ¿Abrazo de reconciliación? —mmm… una nueva excusa para abrazarla. La tomé por la cintura y la atraje hasta mi, teniendo cuidado para que no se cayera del board. Apenas habían pasado unos segundos cuando…
  —Feliz cumpleaños a ti—le dijo Brooke, la había conocido el día que había conocido a Moon, y éramos buenos amigos.
  Ella me soltó de inmediato y se bajó del board para darle un abrazo a la pequeña Brooke.
  —Feliz cumpleaños a mi—canturreó Moon con su perfecta y melodiosa voz. 
  —Te traje un obsequio—le dijo ella con una tierna sonrisa. Vi como rasgaba el papel para encontrarse con una cazadora.
  — ¡Gracias, Brooke! —le dio otro abrazo.
  —Pensé que hoy veríamos a la Novia Cadáver o a la amante de Dracula—me entrometí en su momento cumpleañero.
  —No lo recordaba. Qué más quisiera yo que estar disfrazada de la novia de Freddy Krueger. 
  Puse los ojos en blanco. Sólo a ella se le podía ocurrir disfrazarse de la novia de alguien tan repulsivo como él. Pero entendía a que se refería, habíamos visto aquel disfraz, con el suéter a rayas, una falda negra, unas botas tipo Demonia, un sombrero y la mano llena de cuchillas. Freddy Krueger en versión chica. Pero no había tenido el dinero para comprárselo, y yo estaba corto de efectivo.
  —Feliz cumpleaños, rarita—oh, genial, un maravilloso momento privado arruinado por el estúpido hermano mayor de Brooke, Drew—Mi hermana me obligó a acompañarla a comprar tu regalo de cumpleaños y decidí traerte algo.
Le tendió una caja a Moon. 
  — ¿Chocolates?
  —Soy suizos. Bueno, estoy castigado y no tengo dinero, sólo me alcanzó para eso.
 —Gracias, Drew, es lindo que gastes tu dinero en mi.
  Ellos soltaron una carcajada. ¿Qué tenía eso de gracioso? Yo no le veía la gracia, y… oh, ahora entendía por qué no se me hacia gracioso. ¿Acaso eran celos?
  —A clase, jóvenes, ¡el conocimiento los espera! —canturreó Drew.
  —No me apetece mucho entrar—dijo Moon como si le avergonzara ese hecho, pero se moría por irse, lo noté.
  —Estamos conectados—a ninguno nos gustaba la escuela, éramos los peores alumnos por mucho, y debíamos defender nuestro titulo— ¿Pizza y helado?
  — ¡Pizza y helado!
  —No vemos más tarde—dijo Brooke dándole un abrazo—Que tengas un lindo día.
  —Guárdame un chocolate, rarita.
  —Empollones—susurré muy bajito mientras se iban. Pero agradecí tener un tiempo a solas con ella.
    Miré a Moon de reojo y ambos salimos corriendo como alma que lleva el diablo… o por lo menos eso creí de momento, ya que ella se subió en su nuevo board y me dejó atrás.
  — ¡No es justo! —grité. Ella se detuvo de inmediato.
  —Vamos, se supone que los buenos jugadores de futbol deben correr rápido, ¿crees que si corren tan lento como tu van a salir vivos del partido?
  —No corro lento—vaya, si que era un trabajo difícil ser amigo de Moon. Estaba sudando cuando llegué a su lado—Y no, si corrieran lento los teclearían y no harían anotaciones.  
  — ¿Acaso no conoces el significado de la palabra sarcasmo? —me acerqué a ella con el corazón latiéndome a mil y le pasé el brazo por los hombros en un gesto que pretendía ser casual.
  Tomé alientos y me preparé para decírselo. La miré de reojo y… no pude… así que salió a primera estupidez que se me ocurrió.
  —Creo que pizza y helado no es muy saludable, teniendo en cuenta que es tu cumpleaños dieciséis y las calorías comienzan a…
  — ¿Me estas llamando gorda? —Oops.
  —No… no... yo sólo…
  — ¡Pues creo que deberías alejarte antes de que mi falda explote!
  —No te pongas así, yo sólo bromeaba.
  —Yo también, tonto.
  Le sonreí como idiota… aunque, esa era mi verdadera naturaleza, al parecer.
  —Entonces, ¿pizza y helado o lasaña y malteada?
  —Creo que ambas tienen las misma calorías—tragué saliva, ¿era sólo mi impresión o ella se había acercado más a mi mientras respondía?—Quiero helado y galletas y que me lleves a casa para ponerme mi disfraz.
  — ¿Tu abuela no está en casa?
  —Sí, pero debe estar dormida o algo así… además entrare por la ventana de la cocina.
  —Como diga, señorita.
  Caminé lo más lento posible hasta llegar a su casa, pero mis buenas ideas no circulaban cuando estaba cerca de ella. 
  Ella se escabulló ágilmente por la venta de su cocina, y entonces pude pensar con claridad.
  Creí que tantos años de experiencia practicando frente al espejo las palabras adecuadas me iban a servir de algo. Pero que va, estaba más atorado que nunca.
  Nunca había sido el mejor hablador, había nacido para el futbol—aunque no me dejaran entrar en el equipo de la escuela—y tal vez eso era lo que lo hacía tan difícil.
  Además, al igual que ella, tenia aquel vacio latente en alguna parte de mi cerebro. La falta de un padre era aquella venita que dolía cuando miraba las fotos de él y mi madre, y trataba de imaginar como diablos se llamaba.
  Mi madre evitaba hablar de él, y las fotos que había visto alguna vez en una caja del ático eran tristes recuerdos de su pasado. Ella nunca lo amó, pero debía casarse con él, según mi desaparecido abuelo era el perfecto esposo para ella. Y, se casaron en una horrorosa boda en algún lugar de Europa, nunca fueron felices, pero él se aprovechó de la situación para acostarse con mamá cuantas veces quisiera, porque, no la amaba, pero le parecía lo suficientemente hermosa como para desearla. Y, un año después de su casamiento, nací yo, fruto de aquel sufrimiento por el que había pasado mamá. Entonces aquel hombre se había excusado diciendo que tenía algunos negocios que solucionar, y ella, por suerte, nunca lo volvió a ver.
  Amaba a mi madre, sabía todo lo que había tenido que soportar casada con ese hombre, y todo aquel esfuerzo que había hecho para que, por lo menos, tuviéramos un techo bajo el cual dormir. 
  Agradecía parecerme más a mi madre que a ese hombre. Lo único que había heredado de él eran mis ojos verdes, y no me enorgullecía de ello.
  Respiré profundo, y me decidí por decirle a Moon la primera cosa que atravesara mi cabeza. El recuerdo de aquel hombre había extinto en mi todas las palabras románticas que tenía hasta ese momento.
  Entonces, la vi salir por la venta vestida de la novia cadáver y me arrodillé con una sonrisa socarrona. 
  —Cásate conmigo, Moon Darlington—declamé  como si fuese Romeo. Por lo menos era una forma muy sutil de decirle sólo un poco de lo que sentía, aunque sabia que ella no se daría cuenta de ello—Vámonos a vivir a un lugar apartado del inframundo. Tortúrame, ¡pero no me dejes!
  —Eso no tiene sentido.
  —Lo sé—me levanté un poco aliviado, como si al decir esa estupidez me hubiese quitado un gran peso de encima—Junte el dialogo de un par de películas.
  —No se nota para nada… uh, eres ridículo.
  Suspiré y la llevé a comer su estúpido helado. El helado consumió toda la mañana, nos la habíamos pasado fuera de la cafetería, riéndome de mis, y sus, estúpidos chistes. Como dije antes, no soy más que un cobarde.
  Me sentí aliviado cuando nuestro tiempo a solas terminó, me había dolido mirarla a los ojos y darme cuenta de que no era para ella más que su estúpido mejor amigo. Así que nos dirigimos a la casa de Brooke.
  Su madre había preparado galletitas, pero no tenia apetito. Si tan sólo conociera aun boxeador profesional que me diera una buena bofetada, tal vez así dejase de ser tan idiota.
  Me senté frente al televisor y suspiré amargamente. Drew trató de contener una risotada. Estábamos solos en aquella habitación, las chicas comían con la madre de Brooke y a mí no me apetecía soportarme a Drew hoy.
  —Problemas de faldas, ¿eh? —susurró.  
  —¿Qué? —le pregunté inocentemente.
  —Puf, cualquiera con un par de ojos se daría cuenta, hermano. Estas muerto por ella.
  Lo miré enarcando una ceja.
  —¿Soy tan obvio?
  —No, hermano, ¡si te la comes con la mirada! —se burló en tono socarrón. Puse los ojos en blanco y él se sentó a mi lado en la alfombra—Ya, vale, mira, chico, no es por volcarte el viaje, pero esa chica vive «mas allá de las nubes», no creo que vaya a hacerte caso así de fácil.
  —Sí, lo sé, no tienes que decírmelo. El caso es que he pensado en confesárselo, pero ese es el problema, ella vive en un extraño planeta donde todos los alienígenas, incluida ella, están dementes. Me da algo de… miedo que me mande al diablo.
  —Podría darte un concejo… si no se tratara de Moon—ambos suspiramos al mismo tiempo—Deberías fijarte en otras chicas, viejo.
  —¿Qué? —¿cómo podía fijarme en otras chicas? Eso era imposible, ¡una locura!
  —Oh…—lo entendió más rápido de lo que esperaba—¿desde cuándo…?
  —Desde que estábamos en cuarto grado.
  —Uff. Eso es mucho tiempo, viejo, debes quererla mucho.
  —No sabes cuánto. Pero es que ella… ella es Moon.
  Me dio una palmadita en el hombro en señal de amistad. Medio sonreí.
  —Tal vez lo mejor sea encararla, mirarla a los ojos y decirle «chica, pero que buena estas»
  Lo miré con cara de ¿en serio? Y después me reí.
  —No voy a decirle eso.
  —Sí, eres demasiado snob para eso.
  —No soy snob sólo…
  —… estas enamorado.
  Suspiré y asentí.
  —Sólo relájate, hermano, piensa en esto: tú tienes el privilegio de ser el chico que más cerca esta de ella. Y puedo estar seguro de que ningún otro chico en la ciudad se fijaría en ella; no sé porque no lo hacen, ella es una…
  —Si te atreves a decirlo, Drew, te rompo la cara.
  —¡Cálmate, viejo! Sólo digo lo que es cierto. Si esa chica tuviera un par de años más, no hubiera dudado en ser uno de los primeros cuervos en saltar sobre ella.
  Puse los ojos en blanco.
  —Ni se te vaya a ocurrir hacerlo.
  —No, chico, tú me agradas, no podría hacerte una canallada como esa. Pero, ¿sabes quién lo haría? Keith.
  Me sorprendió que supiera el significado de la palabra canallada.
  —Lo sé. Pero, es más factible que le diga a Moon que… bueno, que le diga todo a que un snob popular decida salir con la chica gótica de la escuela.
  —Ay, hermano, que tal si te saco de tu mágico sueño de sapo y hablamos de futbol.
  —Ah, sí, otra de mis frustraciones.
  Drew soltó una carcajada.
  —Tu vida es un desastre, viejo—me dijo con un tono socarrón. Yo sonreí.
  —Ni que lo digas.
  Las chicas llegaron en ese momento. Brooke tenía aquella sonrisita que sólo podía significar una cosa: Mi Bella Genio.
  Aguanté aquella maratón por inercia. Así pasé toda la tarde, soportando, ese estúpido programa, mi remordimiento por no poder patearles el trasero a los del equipo de Oregón en un partido, soportando las estúpidas miradas de complicidad de Drew, y soportando…. Bueno, soportándome a mí mismo.
  Cuando aquella tortura acabó, terminamos dando un paseo como si fuésemos niños de cinco años, aunque… yo les había robado unos cuantos dulces a unos niñitos de cinco años. Al parecer, nos tenían miedo a Moon y a mí.
  Después, Moon tuvo que irse a su estúpida cena de cumpleaños y yo me quedé a solas con Brooke. Eso me incomodó un poco, yo le gustaba el año pasado, y no podía dejar de recordar cuando la pequeña Brooke había sacado las garras y me había robado un beso.
  —Necesito decirte algo—me dijo cuando yo traté de irme por donde había venido, justo cuando nos habíamos quedado solos. Sonreí y me volví hacia ella, no podía evitar se cortes—Bueno… yo…
  —Eh… te agradecería mucho si no fuese sobre aquello que me estoy imaginando que es. Porque creo que eso quedo muy claro hace mucho tiempo.
  —No, yo… no es sobre eso, Dimitri, es sólo que… Necesito un favor.
  Suspiré.
  —¿Qué quieres?
  —Necesito que… que hables con Moon sobre algo…
  —¿Desde cuándo le tienes miedo a ella? —le dije en tono socarrón. Ella era por mucho la más debilucha del instituto, por lo que era blanco fácil para las bromitas de los snobs, así que Moon y yo la habíamos protegido desde que la habíamos conocido. No se me hacia raro que ella le tuviese cierta clase de miedo a Moon, nunca se sabía con ella.
  —Hablo en serio, ella va a odiarme y necesito que la preparares para algo que… Bueno, necesito, básicamente, que la calmes sobre un asunto para que no arme un escándalo mañana.
  —¿Qué asunto? —me picó la curiosidad. ¿Qué podía ser tan malo?
  —Yo… bueno… es que yo…—suspiró y miró a otro lado—¿Sabes qué? Olvídalo, por más que la trates de calmar para el momento, ella jamás lo va a entender.
  Y cogió camino a su casa.
  Genial, ahora no sólo tenía todo lo que tenia encima, sino que también, me había agregado aquella curiosidad.
  Suspiré y comencé a caminar sin rumbo. Ahora si me sentía caminando por «el bulevar de los sueños rotos» (Boulevar of Broken Dreams, Green Day) Porque, teóricamente, todo lo que quería en mi vida era inalcanzable para mí. Cada ventaja en un punto era una desventaja en el otro. 
  Tal vez me fuese mejor si me arrojaba de un acantilado y jugaba a ver cuando tiempo podía resistir bajo el agua. No iban a ser más de treinta segundos, pero yo quería llegar a diez minutos, y sabía que pasaría si lo lograba… Todos mis problemas se arreglarían en un pispás… O sólo lograría que unos estúpidos rescatistas armaran todo un operativo que saliera en el Seattle Times y en CNN.
  Suspiré y me senté en la primera calle que vi, a ver pasar a los estúpidos niñitos. Les puse zancadilla a algunos y les quitaba unos cuantos de sus dulces, tal vez eso me subiera el ánimo. Pero ni siquiera fui capaz de reírme de los chavales.
  —¿Homero, donde dejaste a Morticia? —me preguntó aquella voz que odiaba tanto. Tal vez golpearlo en la cara me subiría el ánimo.
  —Púdrete, Keith.
  —¿Terminó contigo? —hizo como si llorara—Ay, pero que día tan trágico.
  Me levanté de donde estaba. Keith era una gallina si no tenía a sus amiguitos flaqueándolo. En ese momento no estaba Dustin, el hermano gemelo de Moon, pero si estaba Max. No les tenía miedo, aunque ellos se esforzaran por hacer que temblara, demostrando todo su potencial de idiotas.
  —Ah, ya sé, está en la cena de cumpleaños—murmuró—Tal vez con un amante.
  —Tal vez deberías comprarte un cerebro—susurré, mirándolo directo a la cara con todo el odio que fui capaz.
  —Mira, Woodhouse, no te metas conmigo o si no…
  —¿Qué? —se detuvo allí, así que lo reté.
  —Yo…
  —Me gustaría continuar con esta batalla de intelectos, Keith, pero veo que estas desarmado—él rugió por lo bajo mientras yo me iba de allí.
  —¿A qué te refieres con eso? —gritó detrás de mí. Lo dicho…
  —A que eres lo suficientemente estúpido como para no poder terminar una simple amenaza. Observa a alguien con cerebro, si te metes conmigo, Keith, voy a tomar tu BMW y lo voy a volver una mierda, ¿te quedo claro? 
  Continué caminando como si nada. Él sabía a la perfección que, de los dos, yo era el más «malo» por decirlo de alguna forma; él sólo se limitaba a hacer advertencias, yo si era capaz de hacer algo. Y, sabia a la perfección que hablaba enserio, conocía su debilidad por ese auto, y sabía cuanto le dolería que una mañana su perfecto regalo de cumpleaños apareciera lleno de grafitis, rayones, vidrios rotos, asientos rasgados y sin motor. Ah, eso sería estupendo para subirme el ánimo, pero tendría que pedir prestadas unas cuantas herramientas y los talleres mecánicos estaban cerrados a esta hora. Tal vez mañana.
  Suspiré y continué caminando, esta vez con rumbo. No había nada mejor que asustar a unos niños que estando disfrazado de soldado muerto en el cementerio. Uff, pero me faltaba un resto de camino para llegar. Bueno, bien podía pedir dulces en algunas casas, pelear con Keith me había subido el ánimo de alguna manera.
  Dejé la escopeta en mi casa cuando pasé por allí. Mi madre aun debería seguir en su estúpido club de costura o lo que fuera, el caso es que, ir allí es casi como ir a la escuela, sólo que en lugar de aburrirme con cháchara de Biología, las mujeres y las ancianitas comenzaban a decirme cuanto había crecido desde la última vez y me pellizcaban las mejillas hasta dejarlas rojas. Pero a mamá le encantaba que la acompañara, y yo hacia lo que fuese para que por lo menos un miembro de la familia fuese feliz.
  Suspiré y observé todo aquello que hacía de Keith el perfecto snob que todos creían que era. Su gigantesca casa, el club de su padre, el centro comercial… No entendía por qué la gente se moría por tener dinero. Digo, sé que es importante y todo eso, pero no es como para hacer cualquier cosa por él. Yo bien podría vivir bajo un puente, si pudiese hacer lo que me viniese en gana, un puente no formaría ningún problema.
  Genial, hace un arto pensaba lanzarme desde un puente y ahora vivir bajo uno. Tal vez las dos ideas tuvieran relación, si me arrojaba desde el puente ahorraría camino. Eso sería conveniente.
  Tal vez debajo del puente pudiese volverme lo suficientemente loco como para olvidar todo aquello que no había salido bien en mi vida. Había cosas de las que no me había arrepentido y habían salido realmente mal, como cuando por poco me expulsan por insultar y tirarle en la cara algo de comida a un maestro. Habían cosas buenas en tantas y tantas estupideces que había hecho, romper las ventanas de Grosor, patinar en los pasillos para escapar de detención, patear a algunos snobs, arruinar el campo de golf del club, teñir la piscina municipal de rojo… Ahh, seria algo para recordar cuando estuviese viejo y no pudiese alimentarme solo. 
  Aun esperaba tener alguna idea interesante para alguna estupidez. Aun no había hecho la estupidez más grande de mi existencia, y eso era algo que quería contarle a mis tontos nietos si es que algún día llegaba a tenerlos.
  Vi a aquel mago en patineta saludándome como si hubiéramos sido amigos toda la vida, fui amable y le devolví el saludo. No quería ser descortés con Drew, después de que me había escuchado… o algo así.
  Escuché unos gritos penetrantes viniendo del cementerio. ¿Quién podría gritar de esa…? Una mejor pregunta seria, ¿qué clase de persona, Moon, sería capaz, Moon, de entrar en el cementerio, Moon, el día de todos os muertos, Moon? 
  Suspiré y escalé el portón del cementerio, algo preocupado, ¿qué podría hacerla gritar así? Si es que era ella. Bueno, ¿y si era otra mujer? Ah, que más daba, quería ser un caballero después de todo, si le estaban haciendo daño a alguna mujer en el cementerio, mi deber era ayudarla, fuese quien fuese. 
  Entonces lo pensé bien, ¿y si era Moon? ¿Y si la estaban…? ¡Oh, diablos! Eso no podía ser. No ella.
  Miré a mí alrededor sin ver más que tumbas. Los gritos se hicieron más fuertes y me desesperé. Caminé como loco siguiendo el sonido, pase por el mausoleo de los Bell y pensé en subirme al techo para obtener una mejor visión, pero no tenía tiempo. 
  Por suerte, pude ver de donde provenían los gritos, de una tumba abierta. Me asomé en ella y… mi alma volvió a mi cuerpo. Moon estaba allí, tendida, gritando como una posesa, pero parecía estar bien, sólo… asustada.
    —Cálmate, aun no tiene tu nombre—le dije un poco más relajado con la esperanza de que se calmara un poco. 
Salté dentro de la tumba y me las arreglé para tomarla en brazos y sacarla del agujero. Después, escalé torpemente y salí más polvoso que nunca. Ella seguía gritando como loca. 
  —Tranquila—acaricié su cabello para que se calmara, pero por alguna razón, no estaba preocupado—Todo está bien, ya estas fuera. Ya paso, Moon.
  La senté en el suelo y la abracé con fuerza. Una parte de mi quería tenerla en mis brazos por siempre, y la otra quería apretar su rostro contra mi pecho para que no pudiese respirar, y por ende, dejara de gritar.
  Ella dejó de gritar al fin, y pude recuperar lentamente mi sentido auditivo mientras ella sollozaba en mis brazos.
  —Dimitri—susurró con la voz entrecortada por los sollozos, jamás la había visto así. 
  —Ya paso, etas bien, estoy contigo—ok, tal vez si estaba algo preocupado.
  — ¡Hay que salir de aquí! —sollozó ella, y su voz se perdió entre las lagrimas en las ultimas silabas.
  —Ya va, Moon, tienes que tranquilizarte—ya empezaba a preocuparme. Le di un beso en la coronilla—Respira, muñequita, tienes que calmarte.  
  — ¡¿Qué no lo entiendes?! ¡Hay que salir! —dijo esto con la voz un poco más clara. Se revolvió entre mis brazos y se puso de pie de un brinco. Me levanté también y entonces salió corriendo.
  Suspiré y corrí tras de ella. ¿Pero qué diablos le pasaba ahora? Lo dicho, estaba loca, total y completamente loca. 
  Trepó el portón de hierro y así lo hice yo también. Continuó corriendo lejos del cementerio, y yo, corrí tras ella de nuevo hasta alcanzarla, la tomé del brazo e hice que se volviera a mirarme. Le fruncí el ceño.
  — ¿Qué es lo que te pasa?—le exigí como si fuese su hermano mayor.
  —Nada—dijo algo contrariada. Eso no se lo podía creer ni siquiera ella.
  —Tu jamás lloras, ¿acaso no recuerdas que es para empollones?
  —Es… una reacción refleja.
  — ¿Refleja a qué?
  Su respuesta fue limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano. Respiré profundo para calmarme, ¿estaba enojado con ella por no querer decirme que le pasaba? Vale, eso era raro, pero lo estaba.  
  —No pasa nada, ¿vale? —me dijo con un tono un poco diferente, como si nada hubiese pasado—Y esto se queda entre nosotros.
  Lo único que pude hacer fue resignarme y seguirla por las calles, mirándola atentamente, temiendo que le fuese a dar un ataque de histeria de nuevo. 
  Me frustraba no saber qué diablos le pasaba, pero más que eso me enojaba, bastante.
  La llevé hasta la puerta de su casa, sola aun, entonces suspiró y miró hacia la calle donde ya se veían sus padres. Entonces entendí una pequeña parte de aquello que reflejaban sus ojos, junto al auto de sus padres sobresalía un hermoso Chevy negro con un gran moño rojo. 
  —Supongo que…—comencé.
  —Supones bien—dijo ella, desconsolada.
  —Que descanses—supuse que no había nada que yo pudiese hacer para hacerla sentir mejor en ese momento, mas aun porque no tenía ni la menor idea de lo que le pasaba.
  —Lo siento—susurró antes de entrar a su casa.
  Vi la enorme sonrisa de Dustin cuando se bajó del auto y sentí cierta clase de repulsa.
  Caminé hasta mi casa y vi que las luces estaban encendidas, mi madre había llegado ya.
  Traté de no hacer ruido al entrar, pero inevitablemente ella me descubrió.
  —¿Cómo te fue, hijo? —me preguntó en su tono dulce de mamá. 
  —Bien, Eva—casi nunca la llamaba por su nombre, pero hoy… ah, no sabía ni qué demonios me estaba pasando a mí.
  —No pareces muy bien, hijo.
  —Mamá, es Halloween, el chiste es verse terrorífico.
  —No es eso, Dimitri, te ves… ¿Qué te pasa?
  —Nada—subí las escaleras corriendo y me encerré en mi habitación.

1 comentario:

  1. YEI!!
    YEI YEI YEI YEI YEI YEI YEI!!
    Dios, Luna, no tienes idea de cuanto he esperado este capitulo!
    Y cuanto me ha encantado!
    El leer de nuevo tus maravillosas palabras llenas de tu talento...te juro que es como si me hubiran traido de vuelta a la vida!
    Proximo capi, proximo capi!
    haha, no quiero hacerte sentir presionada!
    te mando un beso guapa! espero con ANSIAS, MI CORAZON, MIS CESOS Y MIS ENTRAÑAS EL PROXIMO CAPI!

    Withney

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