miércoles, 27 de octubre de 2010

Capitulo 7



Su sangre era fría, insípida, pero… contaba su historia.

  Aquella habitación redonda donde se posaba aquel trono, ese día tenía unos cuantos asientos más. Todos se sentían tan poderosos, tan importantes, pero sólo el elegido de sangre puede tomar las decisiones, sólo el elegido reina, y sólo el elegido es digno de protección.
  Aquella decisión en particular no era importante, para él no, para los vasallos sí. Decidían sobre su alimentación, salir a matar era demasiado peligroso con las autoridades rondándolos en busca del asesino, así que tendrían que buscar otra forma, pero no había ninguna que no fuera salir a buscar alimento. Los del concejo eran privilegiados, los vasallos se exponían para obtener el alimento para sus reyes, para la nobleza de aquel mundo. Al final, no había nada que hacer, para garantizar la supervivencia de algunos, había que exponer a otros.
  El salón quedó casi vacío al tomarse la decisión, sólo quedaron Eleazar y Eldor. Se miraron fijamente a los ojos y después Eleazar salió dando un portazo. Los guardias de la entrada lo miraron con desprecio, pero no eran nada en comparación con él.
  Además, había cosas más importantes que hacer. Los pasillos estaban llenos de personas, cada uno lo observó pasar. Comenzaban a extrañarse por sus desapariciones, pero nadie tenía derecho a preguntar a que se debían, ni siquiera Eldor  se había atrevido a hacerlo.
  Salió del castillo por la puerta del frente y anduvo afuera hasta el estacionamiento, de allí, se subió en su enorme moto negra. Los guardias que rondaban en la linde del bosque ni siquiera se detuvieron a mirarlo, las atenciones estaban puestas en lo más profundo del bosque, previniendo el ataque.
  Eleazar se alejó lo más que pudo en su moto, pero decidió seguir caminando, lo último que quería era que siguieran el sonido de su moto como punto de referencia para encontrarlo. Caminar no era tan malo,  y la ciudad estaba bastante cerca desde donde se encontraba.
  La fortaleza de los cazadores no era una fortaleza en realidad, eran nómadas, y lo siguen siendo, persiguiendo a los vampiros a donde quiera que vayan, pero como aquel castillo era impenetrable, no habían podido perpetrar el ataque. La gran casa en el extremo de la ciudad nunca tenia las puertas abiertas para él; se plató a unos cuantos metros de la casa, donde no pudiera ser visto, sumido en la oscuridad donde sólo él era capaz de ver. Una mujer saltó desde la ventana de último piso, aquella mujer que él esperaba con ansias, aquella por la que estaría dispuesto a entregar su vida, y su alma si fuese necesario.
  Ella corrió a su lado, sabiendo el lugar exacto en el cual él se escondía cada noche. Debían tener cuidado, los licántropos sentían la presencia vampírica a cierta distancia, y si lo descubrían allí, los cazadores no iban a demorarse más de un minuto en acabar con él.
  —¿Te vio alguien? —le preguntó antes si quiera de saludarla como a ella le hubiese gustado que lo hiciera.
  —No soy una novata—respondió ella con suficiencia
  —No dudo de tus capacidades, Lenneth, pero sabes a la perfección que estamos en peligro constante.
  Lenneth tragó saliva ruidosamente y tomó a Eleazar de la mano, arrastrándolo por un húmedo y sucio callejón, sabía que el olor de la podredumbre del basurero y la humedad serian capaces de ocultar por unos minutos el olor a vampiro, y eso era lo único que necesitaba, un par de minutos.
  Suspiró profundo y llevó la mano de Eleazar hasta su vientre.
  —Aquí está el fruto de nuestro amor—fue lo único que se le ocurrió decirle.
  Él se quedó de pie, inmóvil, incrédulo, ¿cómo es que podía quedar una mujer lobo embarazada de un vampiro, cuando una vampiresa no podía hacerlo de un vampiro, o una mujer lobo de un licántropo? Era imposible que las razas pudiesen mezclarse, y más que imposible, sumamente peligroso. Hasta ahora habían podido sobrellevar la situación, era sencilla, sólo tenían que ir a un lugar diferente cada noche y nadie podía asegurar donde habían estado; pero si lo que ella decía era verdad,  si en realidad un hibrido está a punto de llegar, las cosas cambiarían completamente.

  El castillo fue fuertemente blindado depsues del primer ataque, cientos de licántropos y vampiros murieron, sin contar con los cazadores humanos. Pero esa no fue la suerte de Lenneth, ella se ocultó en lo mas recóndito del castillo, a pesar de su peligrosa scercania con el clan vampirico. Eleazar sabia que ella estaba allí, y cada tanto le llevaba un venado para que se elimentara.
  Ife, la hermana de Eleazar tenia un mal presentimiento, por lo que decidió seguirlo por entre los oscuros pasillos del castillo hasta llegar a las mazmorras. No habían sobrevivientes cazadores que pudiesen retener, por lo que estas estaban completamente vacias, ¿o no?
  —¿Cómo te sientes? —le preguntó Eleazar a Lenneth afanado, no sabia que hacer, jamás se había presentado algo asi. Habían transcurrido sólo dos meses, ni siquiera se notaba que había vida dentro de ella.
  —¿Cómo crees que me siento? —casi gritó sarcásticamente. Era el peor dolor que había sentido, peor aun que el de la transformación.
  Ife se asomó en la celda de donde provenían los gritos. Se quedó muy quieta donde estaba, no podía creer lo que estaba viendo, su hermano con el enemigo.
  —Prometeme que… que me seguiras amando… aunque no sobreviva a eso—fue lo único que dijo Lenneth ignorando su dolor—Por que yo lo hare… donde quiera que me encuentre.
  —¡No digas esas cosas, mujer! —la reprendió él aun confundido, casi histérico.
  Ife entendió lo que estaba pasando. Ella jamás en sus seicientos años de vida se había regido por las normas que el concejo dicataba. Asi que entró en la celda con una ráfaga de viento helada. Eleazar se quedó mirándola sorprendido.
  —Sé que hacer—dijo ella acercándose a Lenneth.
  —¿Guardaras el secreto? —preguntó él antes de dejarla actuar.
  —No soy una traicionera—sus palabras iban cargadas de algo de doble sentido, pero él no lo notó.

  Como se esperaba, eran hibridos. Pero había una seria diferencia entre ellos: uno cargaba con mas genes vampiricos en su sangre y el otro mas genes licántropos. Pero, asi seria mejor, hubiese sido fatal si hubiese llegado un solo niño. Quizá con este pequeño detalle no notaran la diferencia entre un vampir completo y un hibrido con mas genes vampiricos. Pero no habai que confiarse a la suerte.
  Ife se plantó en la entrada de la celda y observó a la pareja con atención. Habían traicionado los principios de ambas razas, habían desobedecido las reglas que dictaban, habían hecho algo que podría afectar a toda una sociedad, pero no eran malos.
  —Son hermosos, felicidades—dijo ella torciendo el gesto hacia los bebes. Eleazar le dedicó una sonrisa de agradecimiento y ella slaió de la celda corriendo.
  —Tiene razón, son hermosos—le dijo él a Lenneth, ella los miró llena de tristeza.
  —Y peligrosos—reconsideró la situación en la que se encontraban, repasó cada ley que coocia, y si de algo estaba segura era de que no la perdonarían, terminarían matándola a ella y a los bebes—No nos van a perdonar, Eleazar. Si el concejo se entera de esto te mataran pior traición, buscaran a los bebes y harán lo mismo con ellos; en cuanto a mi, Algernon ordenara mi ejecución inmediata, y si no llega demasiado tarde también los matara a ellos. Sé que tu hermana guardara el secreto bien, pero aun asi es muy arriesgado, somos figuaras prominentes en nuestros mundos, y si desaparecemos nos encontraran y se enteraran de todo.
  Eleazar reconsideró sus palabras a conciencia. Sbaia que tenia razón, terminarían acabando con todo, y suavisar el odido del concejo era un imposible. Había traicionado todo en lo que creía con el enemigo, y jamás lo perdonarían, ni auqnue estuviera en lo mas hondo del infierno lo perdonarían.
  —No se van a enterar—si hubiese podido llorar, él lo hubiera hecho, pero no pudo hacer mas que mirar a los pequeños tristemenete—Los esconderemos.
  —¿Ah, sí? ¿Dónde?
  —Lo mas lejos que podamos—suspiró sopesando sus pocas opciones—En America. El clan de cazadores americanos.
    —¡¿Estas loco?!
    —No, sólo analizo objetivamente la situación. Ellos son tus hijos, y estoy mas que seguro que tu primita americana no les haría daño.
  Ella lo miró sin podérselo creer. El clan de cazadores en america se reducia a tres personas en el norte, seria fácil deshacerse de las otras dos. En cuanto al sur, nunca cruzaban caminos con los cazadores del norte. Y su prime Anne no tendría corazaon para quitarle la vida a dos creaturas indefensas, mas aun si se tratabna de los hijos de Lenneth. De Anne no hbaian tenido noticias muchos años atrás, no se contactaba con la orden de cazadores, de hecho muchos pensaban que estaba muerta.
  —Por su seguridad—dijo ella, sabia que tenia que desprenderse de los pequeños si quería que estuviesen bien, pero era lo ultimo que quería hacer.
  —Por su seguridad—repitió él con aire críptico—Por ahora, has de salir de aquí cuando todos estén durmiendo, yo te acompañare hasta la entrada, desde allí iras sola por obvias razones. Yo distraeré a los Sunner mientras tu te vas con ellos, llamaré a la aerolínea en la que siempre viajo y comprare un billete de avión con tu otra identificación, tu debes ir al aeropuerto lo mas rápido que puedas a recogerlo porque voy a pedir el vuelo mas próximo. Sé que tu primita esta cerca de Portland, por lo que allí llegara el avión, tu deber es rastrearla en los pueblos cercanos, los mas pequeños, yo también inetentare rastrearla desde aquí y si tengo alguna noticia te llamare a un móvil que te daré, le entregaras a los bebes, le haras jurar que cuidara de ellos  con el mismo juramento que hacen los cazadores recién reclutados, asi estare mas seguro de que cumplirá su promesa. Cuando lo hayas hecho, compraras un billete de avión de regreso, y nosotros… nosotros ni siquiera nos conocemos.
  Eleazar nunca le había hablado a Lenneth de esa forma, se oia tan frio y calculador…
  —Asi lo hare. Pero…
  —No hay peros, Lenneth, hasra lo que te dije.
  —Pero yo no quiero dejar de verte.
  —Es lo mejor que podemos hacer.
  El sol salió mas rápido de lo que esperaban. Eleazar fue a confirmar que todos se hubiesen ido a dormir, y cuando estuvo confirmado que sólo los Sunner seguían en pie, fue por Lenneth y los bebes.
  —Haremos esto lo mas rápido posible, no hay tiempo para los errores—le dijo repitiendo mentalmente el camino que debían seguir para no encontrarse con algunos Sunners en el camino.
  Los Sunners eran otra raza de vampiros, creada exclusivamente para proteger la fortaleza mientras los Nighters—la raza pura de los vampiros— dormían. A diferencia de los Nighters, los Sunners parecían tener algo más de vida, no se creaban llevando a la gente a la muerte y trayéndola de nuevo, ellos sólo mordían y soportaban el dolor que traia convertirse en un vampiro, eran un poco mas fuertes, pero tenían uan gran desventaja, seguían siendo mortales.
  —Te amo—le dijo Lenneth con los jos llenos de lagrimas. Él la miró con melancolía y le dio un abrazo fugaz.
  —Yo también te amo—le susurró en el odido antes de apartarse de ella—Y a ustedes tambien—les dijo a los bebes antes de besarlos en la frente.
  —No te olvides de mi jamás, Eleazar.
  —Ni muerto me olvidaría de ti.
  Ambos supiraron y cubrieron a los bebes con la capa de Lenneth.
  Eleazar iba adelante, guiándola por los oscuros y solitarios pasillos del castillo, que podía llegar a convertirse en un verdadero laberinto para cualquiera que no viviese allí.
  Lenneth lo siguió fuelmente hasta llegar a la entrada trasera. Había un par de Sunners custodiándola, eran unos de los mas fuertes, eso iba a aser difícil si veian a Lenneth cerca de ali, depues de todo, ella no acababa de recuperar y Eleazar no era tan fuerte como para derrotarlos solo.
  Eleazar miró por ultima vez a Lenneth y se adelantó hasta donde estaban los Sunners, esperando que no captaran el olor de Lenneth ni del pequeño licántropo.
  —Buenos días, caballeros—les dijo en tono cortes, ambos se volvieron para mirarlo.
  —No debería usted estar descansando, señor—le respondió uno de ellos algo extrañado.
  —Hoy me decidi a dar un paseo por las instalaciones.
  —Puede ser peligrosos, considerando que hay algunas ventanas rotas—lo reprendió el otro.
  Lenneth no sabia exactamente que hacia Eleazar, ni cuando era el momento par escapar, por lo que hizo un movimiento en falso que retumbó por los sombrios pasillos.
  Los Sunners se alertaron de inmediato.
 —ve a investigar—le mandó uno al otro. Eleazar no sbaia que hacer, miró hacia atrás y después fijamentente a los Sunners.
  —Eso no va a ser posible—les dijo en tono de superioridad.
  —Hay un intruso, ni siquiera el señor Eldor puede retenernos si hay un intruso.
  —Que lastima que en este asunto el señor Eldor no tenga nada que ver—con el factor sorpresa de su lado, sacó la pequeña daga de plata que llevaba en su cinto y apuñaló a uno de los Sunners con un movimiento que ninguno de los dos premedito.
  El Sunners cayó al suelo sangrando bastante, Eleazar le dio una patada para apartar el cuerpo.
  El otro Sunner le rugió ferozmente y se abalanzó a atacarlo. Eleazar saltó por encima de su cabeza y csayó detrás de él.
  —Eso es el problema con ustedes, tienen sólo fuerza fruta—se burló para hacer que el Sunner se enojara aun mas.
  Él se dio la vuelta y Eleazar le sonrió de un modo macabro. El Sunner se acercó rugiendo como un poseso y tomó a Eleazar por el cuello hasta levantarlo por encima de él. Eleazar se revolvió entre su brazo, tratando de patearlo, cosa que no logró.
  —Ese es el problema con ustedes, no son mas que debiluchos y cobardes—se burló el Sunner. Respiró profundo y captó el olor de Lenneth—Licantropo.
  La mirada de Eleazar se llenó de terror, no podía dejar que el Sunner le hiciera algo a Lenneth. Tomó impulso y pateó el rostro del Sunner, este lo soltó de inmediato.
  El Sunner ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, Eleazar lo tomó del la pierna y le dio vueltas hasta arrojarlo lejos de allí, el estruendo que produjo el Sunner chocando contra la pared retumbó  con estrepito en el pasillo, alertando a los otros sunners que estaban cerca.
  Eleazar le clavó la miradab al Sunner, se acercó lentamente y burlándose de el lo tomó de la cabeza.
  —Que esto te sirva de lección, jamás debes desobedecer mis ordenes—puso el pie sobre el pecho del Sunner y sin emplear mucha fuerza le arrancó la cabeza. La sangre lo empapó, no tendría tiempo de escapar sin que ningún Sunner lo viera lleno de sangre.
  Miró la puerta y vio como Lenneth corria. Ignor´el dolor que le producía la luz solar, y se asomó a la puerta dos segundos para asegurarse dw que no hubieran Sunners afuera, pero como supuso, todos estaban adentro buscando al autor de tan terrible estruendo.
  No lo pudo soportar mas y cerró la puerta para sumirse de nuevo en la oscuridad. Tenia quemaduras en el rostro, pero desaparecerían pronto, en ese momento lo importante era enfrentar a los Sunners que había en el pasillo.
  Confió en algo importante, él era un miembro del concejo y los Sunners una simple guardia de mortales. Su palabra valia por mucho mas que la de ellos.
  —Ellos me atacaron y tuve que defenderme—les dijo sin mirar sus reacciones. Los Sunners abrieron un camino cuando él comenzó a caminar y lo dejaron pasar.
  Cuando estuvo bastante alejado de ellos, corrió lo más rápido que pudo por los pasillos y las escaleras hasta llegar a su habitación. Aseguró la puerta y tomó su teléfono… ¡claro! ¡El teléfono! Había olvidado dárselo a Lenneth, ahora no se podrían comunicar. Entonces, ahora, todo dependía de ella.
  Llamó a la aerolínea, el primer vuelo salía en dos horas, tiempo suficiente para que ella llegara y lo reclamara. Lo reservó para Persephone Krik, que era el nombre con el que siempre se escapaba Lenneth, sólo ella y él conocían ese nombre. 
  Sin poder hacer nada más que esperar a que todo saliera bien, Eleazar se sentó en su cama mirando el único recuerdo que tenía de Lenneth, una fotografía de ambos, donde sólo aparecía ella.

  El estruendo que produjo la puerta al abrirse lo hizo despertarse de su profundo sueño. Aun tenía la ropa de la noche anterior, manchada con sangre.
  Eldor lo miró de arriba abajo con una expresión indiferente. Los guardias cerraron la puerta y sólo quedaron ellos dos.
  —Sé por los que los mataste—pronunció solemnemente.
  Eleazar lo miró sorprendido. Si en verdad Eldor conocía sus motivos, estaba muerto, él y Lenneth lo estaban.
  —Sé que te relacionabas más de lo debido con el enemigo. Y sé que de esa relación resultaron dos hermosos bebes, un niño y una niña.
  Eleazar tragó saliva ruidosamente.
  —¿Cómo…?—iba a preguntar cómo era que lo sabía, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta.
  —Tuve una visión—Eldor suspiró como si nada estuviese pasando y se sentó en uno de los sillones—Créeme, querido amigo, si quisiera hacer algo ya lo hubiese comentado con el resto del concejo, tu y esa mujer estarían muertos hace mucho tiempo. Pero te tengo algo de cariño, Eleazar, te convertiste en un hijo para mí desde que Fathon se dejó atrapar por los cazadores. Tuve la visión antes de que eso pasara, hijo, sé de la existencia de esos chiquillos desde hace doscientos treinta y seis años, y ni siquiera quise evitar que eso sucediera.
  —¿Qué? —Eleazar no podía dar crédito a lo que acababa de oír.
  —Puedo decirte tanto de esos pequeños. Mis visiones son muy claras como sabrás. Sé que sus nombres serán Moon y Dustin, que crecerán a salvo en casa de la prima de Lenneth en América, y que tarde o temprano terminaran volviendo aquí. No llevare el caso al concejo, Eleazar, así que puedes tranquilizarte, esto será nuestro secreto.

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